ARTICULO |
2015 – Número 11 |
La felicidad y el miedo a amar
Por Tete Llorens para La Independiente Digital
Corriendo detrás de la felicidad, aconsejando a los otros que la busquen y corran detrás de ella, todos dejan atrás y se alejan de lo verdadero en ellos mismos, y en los demás, y esto sequirá siendo así, hasta que entendamos que la búsqueda de la felicidad es el enemigo del amor, y el amor que podemos dar, es lo único verdadero en uno mismo. Renunciamos a lo que somos por conseguir algo que no existe, que se inventó para que no pudiéramos serlo, cubierto de atractivas y tentadoras maneras y consejos para alcanzarlo, en una búsqueda sin fin que no acaba hasta que comprendemos que no hay nada que buscar, y entonces uno se puede entregar, sin conflicto entre su felicidad y amar, y estas “fórmulas” y sentencias para alcanzar la felicidad, cada día se van fortaleciendo más como verdades indiscutibles, y nos impiden amar por priorizar la “felicidad” como premisa para poder amar.
Se dice que felicidad y amor son lo mismo, para anular el poder del amor, que reside en lo que simplemente es ser, y eso se consigue amando sin necesidad de ser feliz, ni de tan solo plantearse querer serlo, o necesitar saber qué significa, ni tener que hacer ningún curso de perfeccionamiento o preparación para lograrlo; comprendiendo y viviendo el amor como una acción voluntaria que nace de la entrega como medio y fin, entrega sin reservas para la felicidad, lo que provoca la realización de ésta, en cuánto a capacidad de darse plenamente, al entregarnos sin sentir que ello nos prive de realizarnos en ningún aspecto, pues hemos entendido que todo aquello que nos aleja de amar es ilusorio y la única realización y auténtica libertad es amar, pues al amar, todas las necesidades e ilusiones que utilizamos como justificación a nuestra resistencia y que solo nos dañan, dejan de existir, y aquellas que son reales, son todas realizables desde la fuerza, seguridad, confianza y libertad que amar y ser amado comporta. Lo contrario sucede cuando se tiene miedo a amar por temor a una supuesta pérdidad de libertad, yendo en busca de ésta, cuándo sólamente nos lleva a conseguir libertades aparentes, que una a una, van construyendo nuestra propia cárcel, pues la única libertad alcanzable ajena al acto de amar, es la libertad de todo aquello que nos destruye.
Se dice que felicidad y amor son lo mismo, para anular el poder del amor, que reside en lo que simplemente es ser, y eso se consigue amando sin necesidad de ser feliz, ni de tan solo plantearse querer serlo, o necesitar saber qué significa, ni tener que hacer ningún curso de perfeccionamiento o preparación para lograrlo; comprendiendo y viviendo el amor como una acción voluntaria que nace de la entrega como medio y fin, entrega sin reservas para la felicidad, lo que provoca la realización de ésta, en cuánto a capacidad de darse plenamente, al entregarnos sin sentir que ello nos prive de realizarnos en ningún aspecto, pues hemos entendido que todo aquello que nos aleja de amar es ilusorio y la única realización y auténtica libertad es amar, pues al amar, todas las necesidades e ilusiones que utilizamos como justificación a nuestra resistencia y que solo nos dañan, dejan de existir, y aquellas que son reales, son todas realizables desde la fuerza, seguridad, confianza y libertad que amar y ser amado comporta. Lo contrario sucede cuando se tiene miedo a amar por temor a una supuesta pérdidad de libertad, yendo en busca de ésta, cuándo sólamente nos lleva a conseguir libertades aparentes, que una a una, van construyendo nuestra propia cárcel, pues la única libertad alcanzable ajena al acto de amar, es la libertad de todo aquello que nos destruye.
Todo movimiento espiritual, de crecimiento, de autoconocimiento, de autoayuda, o se defina como se defina, sea cual sea el nombre, el grupo, la corriente, las características, más o menos dogmáticas, más o menos “libres”, no son más que otra trampa para alejar al hombre de aceptar lo que ya sabe, y entender que todo aquello que queremos alcanzar lo tenemos a nuestro alcance aquí y ahora, siempre, y no está de más recalcar, que este aquí y ahora, siempre, se utiliza sin medida, para conseguir anular la comprensión del mismo y mantenernos lejos de él enfrascados en la búsqueda de estar aquí y ahora, pero mañana… O alcanzar en destellos el aquí y ahora, y perfeccionarse y ejercitarse para hacer de esos destellos algo permanente, ¡otra búsqueda más!… Esta trampa basa su acción en darnos maneras, ejercicios, pautas, definiciones, y un sinfín de escalones que presuntamente hemos de ir alcanzando hasta llegar a amar.
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La gran baza de esta trampa, radica en la inclusión de muchas verdades, e incluso a veces tantas que es difícil reconocer su verdadera naturaleza, pero siempre, de una manera muy inteligente, y perversa: nos “libera” de la responsabilidad de conseguirlo aquí y ahora, presentándonos ese universo maravilloso como el benefactor perfecto que nos dará lo que necesitemos cuando estemos preparados, dándonos un sinfín de motivos y justificaciones para continuar con la búsqueda, y refuerza esta baza, con el hecho de alejarnos de amar, inculcando que alcanzar esto, es súmamente extraordinario y bello (a partir de las ideas preconcebidas de extraordinario y bello de la misma trampa), provocando así que cuando nos acerquemos de verdad al amor, al ver que esas ideas no están, y que en su lugar uno debe enfrentarse a la soledad real del individuo para asumir la responsabilidad total de sus decisiones, salga huyendo en busca de lo que quiere que sea el amor y no quiere aceptar lo que es, impidiéndole así vivir la verdadera belleza y naturaleza extraordinaria de ello, que está más allá de esa barrera, y reside en la ausencia de todas esas necesidades y expectativas, al experimentar la total asunción de responsabilidad por la propia vida.
O dicho de manera sencilla, cuando estamos a las puertas de amar y temporalmente comprendemos que sólo depende de nosotros, que nada ni nadie más posee ningún poder, influencia o responsabilidad en ello, y que no necesitamos ninguna preparación, si decidimos por el miedo, encontraremos una justificación para continuar con la búsqueda, y seguiremos refugiándonos; si abandonamos el refugio y nos entregamos, comprendemos que toda esa búsqueda y todas las necesidades que se anteponían entre nosotros y amar, entre nosotros y la vida, no eran más que justificaciones de ese miedo, entendiendo que no hay preparación, búsqueda, trabajo, momento, persona o contexto para poder amar, sino que uno decide amar o decide castigarse, siendo capaz de hacerlo en cualquier momento de su vida, sin que esta decisión pueda ser influenciada por nada ni nadie que no seamos nosotros mismos.
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Aquel que ama, es visto por el “buscador” como débil, y alejado del objetivo de la búsqueda, perdido, y desde la negación del buscador de la aceptación de la responsabilidad total de sus decisiones, como una amenaza a su propia libertad de ser, sin querer comprender que no hay nada que amenace ser, más que participar en esa búsqueda, ya que al fin y al cabo, igual niegan la vida y por lo tanto amar, aquellos que no se dicen a sí mismos que buscan, totalmente integrados en un mundo-refugio de( que en realidad es una búsqueda ya alcanzada, una posesión completa, una aniquilación de nosotros mismos, que hace ya imposible toda rebelión ante nuestras cadenas ) cómo aquellos que aparentemente buscan la salida de ese refugio; en los dos casos existe la necesidad de refugiarse, en el primero, sin necesidad de ninguna búsqueda, y en el segundo, con el autoengaño de una búsqueda para salir de ese refugio dónde observan con amorosa compasión a sus compañeros humanos atrapados y perdidos. Son dos caras de la misma moneda, el miedo a amar.
Amar, simplemente, aporta vida, suma y no resta, no limita nada más que la ilusión y el miedo a hacerlo. Nos permite comprender que los impedimientos a hacerlo, no eran más que límites autoimpuestos para seguir atrapados en la falsa búsqueda, por miedo a que amar nos alejara de la “felicidad” y la “libertad”, y al amar, anulamos la esquizofrenia actual de querer amar y buscar la felicidad cuando esto último es el antídoto para evitar poder dar el primero, y verlos como objetivos distintos pero compatibles, sin entender que no existe felicidad ni amor propio sin amar, y entendiendo que el único problema es nuestra propia resistencia a amar. Nos escondemos detrás de esa falsa búsqueda adictiva, que sabemos, aunque nos esforcemos en convencernos de lo contrario, nos destruye, aunque nos vista de seres buscadores de la verdad y el amor. No queremos abandonar, aferrándonos a la noción de que lo necesitamos querer, para seguir negándonos, sin entender que necesitar algo que nos aleje de amar aunque lo justifiquemos como un medio para hacerlo, jamás nos podrá acercar a amar, pues se basa en querer llenar el vacío que no se puede llenar más que amando, llenándolo entonces de ilusiones de llegar a aquello de lo que nos alejamos, ilusiones sin fin que no ocuparán jamás ese vacío, para así, continuar negándonos a nosotros mismos, castigándonos, eludiendo nuestra propia responsabilidad, entregándonos a las circunstancias, otorgando nuestra decisión a la nada, al universo o como se le quiera llamar, esperando que esto nos de lo que sólo nosotros podemos entregar a los demás, y a las barreras que nosotros creamos para así seguir culpando a la vida, o a uno mismo como condena sin solución, o como búsqueda sin fin, de no poder conseguir lo que queremos, cuándo precisamente estamos haciendo todo lo posible por no lograrlo y por no ver que lo tenemos al alcance aquí y ahora.
Amar, simplemente, aporta vida, suma y no resta, no limita nada más que la ilusión y el miedo a hacerlo. Nos permite comprender que los impedimientos a hacerlo, no eran más que límites autoimpuestos para seguir atrapados en la falsa búsqueda, por miedo a que amar nos alejara de la “felicidad” y la “libertad”, y al amar, anulamos la esquizofrenia actual de querer amar y buscar la felicidad cuando esto último es el antídoto para evitar poder dar el primero, y verlos como objetivos distintos pero compatibles, sin entender que no existe felicidad ni amor propio sin amar, y entendiendo que el único problema es nuestra propia resistencia a amar. Nos escondemos detrás de esa falsa búsqueda adictiva, que sabemos, aunque nos esforcemos en convencernos de lo contrario, nos destruye, aunque nos vista de seres buscadores de la verdad y el amor. No queremos abandonar, aferrándonos a la noción de que lo necesitamos querer, para seguir negándonos, sin entender que necesitar algo que nos aleje de amar aunque lo justifiquemos como un medio para hacerlo, jamás nos podrá acercar a amar, pues se basa en querer llenar el vacío que no se puede llenar más que amando, llenándolo entonces de ilusiones de llegar a aquello de lo que nos alejamos, ilusiones sin fin que no ocuparán jamás ese vacío, para así, continuar negándonos a nosotros mismos, castigándonos, eludiendo nuestra propia responsabilidad, entregándonos a las circunstancias, otorgando nuestra decisión a la nada, al universo o como se le quiera llamar, esperando que esto nos de lo que sólo nosotros podemos entregar a los demás, y a las barreras que nosotros creamos para así seguir culpando a la vida, o a uno mismo como condena sin solución, o como búsqueda sin fin, de no poder conseguir lo que queremos, cuándo precisamente estamos haciendo todo lo posible por no lograrlo y por no ver que lo tenemos al alcance aquí y ahora.
Se ha pasado de querer encontrar a la persona especial que nos haga felices, a huir de ello, queriendo ser felices sin necesitar a nadie, y en ambos casos el anzuelo y la trampa de la intención del mensaje son los mismos; la felicidad, y la delegación de esta o a otra persona, o a una búsqueda que nos llevará a conseguirlo, siempre alejándonos de comprender que, en ambos casos, la intención es que el ser humano no comprenda que ambas “verdades” solo buscan que no comprendamos que todo aquello que buscamos, es irreal, y además nos aleja de comprender, y llevar a cabo, la única cosa que realmente somos; el amor que somos capaces de dar. Cuanta menos necesidad de pensar en nosotros, en nuestra felicidad, más amamos, y cuanto más amamos, más libres somos y más cerca de los otros podemos estar. Pero vivimos en la era de la felicidad y el neo-espiritualismo, siendo ya una religión igual o más potente que la iglesia católica, sobre todo por su facultad de camuflarse en todos los estratos sociales incluso estando aparentemente separados y enfrentados entre si, y por el gran apoyo mediático, académico, científico, social y económico que obtiene, pero teniendo el mismo objetivo. Y en nombre de la felicidad, el amor propio y el amor universal se está llevando a las personas a cuotas de miedo a amar, egoísmo y soledad jamás vistas, eso si, mientras los buscadores están convencidos de avanzar hacia un nuevo amanecer de amor universal, convirtiéndose en militantes devotos, apoyados entre sí, reforzándose unos a otros en su negación, pues de no tener ese apoyo no podrían mantener su estructura.
El soporte más efectivo para mantenerse en el refugio del miedo a amar, es la necesidad de ser fuerte, de quererse a uno mismo para poder tener fortaleza para amar, y esa necesidad, como toda inversión, aunque nos convenzamos de lo contrario, es necesidad de mantenerse fuerte para resistir al amor, ya que para amar, uno ha de aceptar su debilidad, abandonar la resistencia de querer ser fuerte, reconocer la debilidad que nuestra soledad existencial nos otorga para que comprendamos que amar es la única salida con vida en el paréntesis que experimentamos desde que nacemos hasta que morimos, y empezar así a desarrollar nuestra verdadera fortaleza, “pues no hay nada en el mundo que nos desnude más que amar; por ello es perfectamente comprensible que aquellas personas que intenten ser fuertes sean quienes más le teman a amar, ya que para ellas sería como quedarse sin ningún punto de agarre, al borde de un precipicio.”
Por lo tanto, no se trata de conseguir ser fuerte para amar, sino dejar de necesitar sentirse fuerte (pues negamos lo que nos da miedo aceptar), reconocer nuestra debilidad y soledad existencial sin que ello nos empuje a querer transformar esa realidad por incapacidad de aceptarla, y dejar de ver como una debilidad el abandono de las necesidades para protegernos de amar, y comprender en uno mismo la debilidad que vestimos de lo contrario, de querer resistirse a lo único que nos puede permitir vivir el tiempo que se nos ha dado, al compartir el salto en caída libre en el que todos estamos, con todos aquellos con quien nosotros queramos y así poder disfrutar del viaje sin necesidad de inventarse uno a medida, viviendo la frustración eterna de no poder mantener la ilusión protectora siempre intacta, y perder el miedo al golpe del aterrizaje. Al fin y al cabo, el miedo a amar no es más que miedo a la muerte, que se convierte automáticamente en miedo a la vida, lo que crea la necesidad de refugiarse en una ilusión dónde luchamos por ser eternos, o por lo menos, por sentirnos eternos hasta que llegue el golpe y aterrizaje de la inevitable caida, necesidad de crear tu propia realidad con la única intención de poder demostrarnos a nosotros mismos que lo que sabemos y no queremos aceptar es equivocado y lo podemos cambiar, y amar no es más que la aceptación de nuestra insignificancia, volatilidad y soledad, y la ausencia de necesidades para evitar aceptarlo, lo que permite romper esa soledad inherente aprovechando el tiempo que se nos ha dado, no para estar solos, pues comprendemos que ya lo estamos y además lo aceptamos como nuestra naturaleza sin necesidad de querer aprender a estarlo, siendo la cuestión entonces, no aprender a estar solo, si no aprender a no estarlo, y así entregarnos y compartirnos, y disfrutar del vuelo sin miedo ni al vuelo ni a la caída, y por lo tanto sin necesidad de protegernos, defendernos, o querer atraer a nuestro refugio a los compañeros de vuelo que nos ofrecen ver el viaje acompañados y nos niegan los narcóticos espirituales, un viaje que empieza cuando saltamos desde la nada de dónde vinimos, hasta que el salto acabe, aterricemos, y volvamos de regreso a esa misma nada.
Al igual que existen ciencias creadas con el fin de defender y dar veracidad a intereses financieros, sociales y políticos, se ha creado una ciencia de “la felicidad “, “la espiritualidad”, o de “autoconocimiento”, ya sea desde el lado “oficial” o desde el “rebelde y alternativo” que lucha contra el orden establecido, pues siempre se crean las dos caras de la moneda, y el fin no es más que provocar en los seres humanos el miedo a amar, ya que en este, reside la base por la cual el mundo es como es. No hay ningún problema en tener a millones de seres humanos buscando la felicidad y perfeccionando su auto conocimiento y capacidad de amar, pues mientras estén atrapados en esa búsqueda, no lo llevarán a cabo y no serán personas más difíciles de atrapar por las necesidades ilusorias que el amar elimina.
Uno puede hacer, si quiere, el ejercicio de observar la cantidad y continuidad de mensajes que se nos lanzan y que luego rebotamos desde todos los puntos, no sólo desde la publicidad, que es en lo que seguramente muchos pensamos, sino desde cualquier entorno: desde la familia, la pareja, los amigos, el trabajo, la escuela, la ciencia, literatura, cine, sectores “radicales y alternativos”.. diciéndonos : “ Por que tú mereces ser feliz “, “ Por que lo más importante es quererte a tí mismo “, “ Por que no estás solo “, “ Por que si no te quieres a ti a quien vas a querer? “ , “ Por que tu mereces algo más “, " Porque lo más importante es tu felicidad “, etc...Comprendiendo como se enraiza, alimenta y propaga una adicción iniciada por una decisión personal, y crecida a través de la inercia, viendo en ello la intención de decirte una verdad invertida para atraparte en una u otra búsqueda que solo te alejará de ti mismo y los demás, entendiendo que desde los gobiernos, hasta el sector más alternativo y antisistema o espiritual, proclaman querer lo mismo: nuestra felicidad, con la única diferencia que cada uno de todos ellos dicen creer estar más cerca de la forma correcta de alcanzarla, generando las aparentes diferencias y separaciones, solo para esconder que la felicidad misma es el problema, enfocándonos en encontrar el camino correcto hasta ella. O claro está, se puede querer ver sólo la intención de vendernos algo utilizando promesas de algo bueno, recordándonos que es lo que nos hace bien para que no nos hagamos daño, quizás enviando esos mensajes a través de ese maravilloso universo benefactor que vela por nosotros…
En un mundo dónde exista pena, dolor y sufrimiento, es más fácil que las personas se conviertan en adictas a la búsqueda de la felicidad, cuanto más dolor y sufrimiento, más adicción, más necesidad de ser feliz, y más miedo a amar, y aunque esa sea la única salida a ese mismo sufrimiento, nosotros mismos colaboramos en la expansión de la necesidad, indefinida y crecientemente, conforme más necesidad de ser felices tenemos, es como un camello que no te da la droga, pero que provoca todas las situaciones que puede para que acabes queriéndola, siempre es una decisión personal, pero el camello intentará hacer todo lo que pueda para que la quieras.
Una de las defensas del adicto para negar su adicción, es demostrar su no soledad, ya sea a partir de su relación de pareja, amistades, grupos, sociedades.. etc. pero lo que no se quiere ver, es que a menudo lo que se presenta como tal, son refugios compartidos, dónde uno refuerza el refugio del otro, si no es el mismo , lo que refuerza la negación de cada uno y calma la voz de la culpa, en un simulacro, que como tal, jamás puede substituir la realidad de nuestra entrega a otros completamente, es la unión de personas con miedo a amar, que así, al “demostrar” que no están solas, sienten apoyo mutuo en su negación, resistencia y búsqueda, al mismo tiempo que sienten necesidad de ayudar, o pena y/o rechazo por lo solos y poco felices que están aquellos que no quieren ni consumir ni ofrecerles consumo, pero eso es como un grupo de personas que se juntan única o generalmente para consumir un narcótico, pasan horas juntos, no están “solos”, pero ninguno de ellos está presente ni puede entregarse ni compartirse en libertad, solamente compartiendo espacio físico, y en el mejor de los casos, compartiendo ilusión y refugio. Lo más interesante de este hecho, es que de esta manera, el adicto, ni soluciona el problema de la soledad existencial que no quiere aceptar, ni es capaz de amar por mucho que lo busque y trabaje desde la búsqueda, por lo tanto, ni vive, ni puede conseguir tener el deseado sueño perfecto. Que peor castigo que ese ? pues para el buscador de la felicidad, hay un peor castigo, amar, pues esto, mientras necesitamos refugiarnos, significa poco menos que la muerte, y de hecho, hacerlo es una muerte simbólica, la muerte de la necesidad de ser feliz, la muerte del miedo a amar, nuestro nacimiento, y el comienzo de nuestra vida.
Nadie es capaz de vivir aceptando que se niega a amar, pues hacerlo significa dejar de poder encontrar razones que lo justifiquen o aplacen, por lo tanto, la única manera de vivir negándose a amar, y por lo tanto negándose a uno mismo y a los demás, es construyendo refugios, necesidades y caminos ilusorios, dónde poder esconderse y encontrar razones para justificar nuestra propia negación y autocastigo, siempre disfrazándolo de lo contrario, siendo una de las formas más comunes de refugio, la búsqueda del amor por uno mismo para poder amar a otros, siendo ésta una gran falsa, pues el amor a uno mismo sólo es completo y real como tal cuando amamos.
Esto genera una culpa en el interior, que nos dirige a una calle sin salida, dónde esa misma culpa convive con nuestra búsqueda y trabajo para llegar allí dónde nosotros mismos nos alejamos, y nos va haciendo sentir cada vez más culpables e incapaces, precisamente de no poder hacer aquello que nosotros mismos negamos, encerrándonos en ese refugio, sólamente pudiendo salir, aceptando la responsabilidad de nuestra situación como fruto únicamente de nuestra decisión de que así sea a cambio de evitar amar. Y lo que provoca en caso de no hacerlo, que como cualquier adicto a la droga más dura, se sienta “bien” cuando el refugio es fuerte, pero que cuando se vea amenazada la naturaleza real del mismo y vea difuminarse ese “sentirse bien”, defienda lo que le destruye, y vea como su enemigo, ataque, lastime y aleje, a todo aquello y aquel que le anime, apoye o ofrezca la mano invitándole a vivir, y en cambio, acoja, confíe y se apoye, en todo aquello o aquel que reconforte su refugio.
O si la adicción y dependéncia por el refugio es extrema, no necesitar defender nada, pues ya no se siente el peligro de hallar en nosotros, a través de un ímput exterior o interior, un reconocimiento a nuestra adicción, negación y resistencia.
En resumidas cuentas todo se reduce a una decisión, aquí y ahora ( como bien decía Bill Hicks aunque su figura haya sido secuestrada por la misma trampa ), siempre, entre el miedo y el amor, la vida, y la ilusión inalcanzable de una felicidad sin necesidad de amar, aunque ésta se camufle en un querer hacerlo, y trabajar ardua y convencidamente para lograrlo, pero jamás aquí y ahora.
“El diablo siempre nos dirá lo que necesita que queramos escuchar, mientras sigamos queriendo escucharle y confiar en sus palabras”
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