ARTICULO |
DICIEMBRE 2011 – Número 7 |
Todo es mentira – cuarta parte
Presentamos este incisivo y revelador trabajo, un compendio de los ámbitos inundados por la mentira por diseño. En este número ofrecemos la IV parte: "Sobre el dinero".
Escrito por José Ortega 2010©
Empezando el mes de Septiembre y durante las siguientes cuatro entregas, publicamos los cinco capitulos de esta obra. Con el capítulo final, que se publicará en Enero 2012, enviaremos a tod@s nuestr@s subscriptor@s la obra completa en formato pdf. Todo es mentira consta de los siguientes capítulos:
- Sobre la libertad política.
- Sobre la sociedad.
- Sobre la cultura.
- Sobre el dinero.
- Análisis.
IV- Sobre el dinero
SEGUIR COMPRANDO
Lo que esperan de nosotros no es que pensemos, sino que compremos. Para sobrevivir, ellos necesitan que podamos comprar porque en caso contrario no se podrá mantener en marcha el sistema productivo. De hecho, obligan a permanecer a la nutrida clase media en el nivel de renta que se considera idóneo, es decir, el que nos permite sobrevivir sin ir sobrados.
El umbral idóneo para el sistema no es el mínimo para impedir la inanición individual (por no poder comprar comida) sino el mínimo para impedir la inanición de la maquinaria económica (por no poder comprar ordenadores, zapatos, hipotecas, teléfonos móviles o viajes). Al mismo tiempo, el nivel de renta no puede ser tan alto como para que los ciudadanos podamos dirigir nuestra energía y tiempo a algo más que llegar a fin de mes. Por ejemplo, a reflexionar sobre un sistema que promueve la dominación psicológica de las personas y la degradación del planeta sólo para que unos pocos puedan multiplicar su poder económico.
NOSOTROS Y EL TAZÓN DE ARROZ
El lujo innecesario con que vivimos en Europa tiene unas víctimas. Nos escandalizamos mucho a cuenta del salario del tazón de arroz que se paga en el extremo oriente a los trabajadores de ojos rasgados, y nos lamentamos muchísimo de la ausencia de todo sistema de previsión social y de derechos de los obreros en esos países, pero nos gusta tener en casa varias televisiones, una colección de aparatos de música y otros ingenios electrónicos cuyos precios cayeron en picado a finales de los ochenta porque esos productos los montan justamente los mismos trabajadores de ojos rasgados privados de seguridad social que perciben a cambio unos sueldos miserables e indignos y que tanta pena nos dan.
Existe una contradicción vergonzante entre lo que hacemos y aquello en lo que creemos. Mantenemos una retórica social y democrática que da gusto escucharla mientras llevamos en un bolsillo un teléfono móvil, en el otro un MP3 y en la muñeca un reloj, todo montado en oriente por esos trabajadores muertos de hambre. Cuando escribo esto acabo de comprar un reloj. Veo que está hecho en China. Me ha costado sólo diez euros, pero en otro sitio lo he visto por ocho y medio ¿Alguien piensa que esto es normal? Ese precio ridículo es la consecuencia de un sistema inaceptable de explotación de unos trabajadores que han nacido libres como nosotros y que tienen los mismos derechos que nosotros.
Lo que esperan de nosotros no es que pensemos, sino que compremos. Para sobrevivir, ellos necesitan que podamos comprar porque en caso contrario no se podrá mantener en marcha el sistema productivo. De hecho, obligan a permanecer a la nutrida clase media en el nivel de renta que se considera idóneo, es decir, el que nos permite sobrevivir sin ir sobrados.
El umbral idóneo para el sistema no es el mínimo para impedir la inanición individual (por no poder comprar comida) sino el mínimo para impedir la inanición de la maquinaria económica (por no poder comprar ordenadores, zapatos, hipotecas, teléfonos móviles o viajes). Al mismo tiempo, el nivel de renta no puede ser tan alto como para que los ciudadanos podamos dirigir nuestra energía y tiempo a algo más que llegar a fin de mes. Por ejemplo, a reflexionar sobre un sistema que promueve la dominación psicológica de las personas y la degradación del planeta sólo para que unos pocos puedan multiplicar su poder económico.
NOSOTROS Y EL TAZÓN DE ARROZ
El lujo innecesario con que vivimos en Europa tiene unas víctimas. Nos escandalizamos mucho a cuenta del salario del tazón de arroz que se paga en el extremo oriente a los trabajadores de ojos rasgados, y nos lamentamos muchísimo de la ausencia de todo sistema de previsión social y de derechos de los obreros en esos países, pero nos gusta tener en casa varias televisiones, una colección de aparatos de música y otros ingenios electrónicos cuyos precios cayeron en picado a finales de los ochenta porque esos productos los montan justamente los mismos trabajadores de ojos rasgados privados de seguridad social que perciben a cambio unos sueldos miserables e indignos y que tanta pena nos dan.
Existe una contradicción vergonzante entre lo que hacemos y aquello en lo que creemos. Mantenemos una retórica social y democrática que da gusto escucharla mientras llevamos en un bolsillo un teléfono móvil, en el otro un MP3 y en la muñeca un reloj, todo montado en oriente por esos trabajadores muertos de hambre. Cuando escribo esto acabo de comprar un reloj. Veo que está hecho en China. Me ha costado sólo diez euros, pero en otro sitio lo he visto por ocho y medio ¿Alguien piensa que esto es normal? Ese precio ridículo es la consecuencia de un sistema inaceptable de explotación de unos trabajadores que han nacido libres como nosotros y que tienen los mismos derechos que nosotros.
"Pagamos a buen precio una prenda de marca y al minuto siguiente nos ponemos en la calle vistiéndola y haciendo ostentosa publicidad del fabricante."
"Alguien quiere que desconfiemos unos de otros y vivamos tensos."
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A la luz de esta realidad, la afirmación de que somos esclavos puede tornarse irónica. Si miramos sólo nuestra vida, es cierto que lo somos, pero si nos vemos en ese contexto, descubrimos nuestra auténtica naturaleza de señoritos privilegiados que viven de maravilla a costa de los genuinos y desafortunados esclavos. Y esto, tan simple y tan claro, tampoco somos capaces de verlo. Un sindicalista lucha horrores por un convenio colectivo pero no le importa que su persona, su familia y su sociedad estén disfrutando de bienes a precios ficticios que se basan en un abuso que hace tiempo quedó desterrado de Europa. Simplemente no lo vemos. El sistema lo quiere así. |
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HOMBRES-ANUNCIO
Todo, absolutamente todo, se mueve en torno a la maquinaria producción-consumo. Y el esfuerzo del sistema sobre nuestras pautas de comportamiento va dirigido a que cada uno de nuestros actos esté orientado a ese fin.
Lo hacemos, muy obedientes, pero no lo vemos. El sistema, con su forma sutil de persuasión, ha conseguido convencernos no sólo de que cada uno de nosotros nos transformemos en un hombre-anuncio, sino además de que paguemos por ello. El hombre-anuncio de toda la vida es una persona que acarrea un cartel con determinadas marcas comerciales, pero a cambio cobra un sueldo. Hoy ya no es así.
¿Veis esos muchachos y muchachas vestidos con camisetas donde la marca adquiere proporciones de cartelería? El sistema ha conseguido algo insólito. Pagamos a buen precio una prenda de marca y al minuto siguiente nos ponemos en la calle vistiéndola y haciendo ostentosa publicidad del fabricante. Y de nuevo creo que veis que se trata de manipular el esnobismo. Qué éxito en la tarea de moldear a voluntad el comportamiento para tornar a cada ciudadano en un agente comercial inconsciente que no sólo no cobra, sino que paga por hacer el trabajo.
¿Veis esos muchachos y muchachas vestidos con camisetas donde la marca adquiere proporciones de cartelería? El sistema ha conseguido algo insólito. Pagamos a buen precio una prenda de marca y al minuto siguiente nos ponemos en la calle vistiéndola y haciendo ostentosa publicidad del fabricante. Y de nuevo creo que veis que se trata de manipular el esnobismo. Qué éxito en la tarea de moldear a voluntad el comportamiento para tornar a cada ciudadano en un agente comercial inconsciente que no sólo no cobra, sino que paga por hacer el trabajo.
DROGADICCIÓN, LIBERTAD Y NEGOCIOS
Sabéis bien quién era Al Capone. Fue un mafioso, un pistolero y el rey de la delincuencia en una ciudad llamada Chicago, en los tiempos de la llamada ley seca. Ni Al Capone, ni las mafias, ni los asesinatos entre bandas rivales, ni la delincuencia generalizada habrían existido de no ser por la prohibición de consumo y distribución de alcohol.
La ley seca se levantó, la libertad se restauró y el complejo mafia/violencia desapareció. Hoy echamos la vista atrás y podemos ver a todas aquellas bandas que traficaban con alcohol como unos aprendices. El tráfico ilegal de drogas constituye uno de los negocios más lucrativos que existen y es simplemente imposible luchar contra él. Los traficantes han acumulado demasiado poder económico como para que deban temer en serio a la policía o a los políticos. Cierto que de vez en cuando cae un alijo, pero cierto también que ni siquiera podemos saber si no era el señuelo para que el alijo bueno llegara a destino. Los jóvenes medio ilustrados fuman marihuana, los menos formados toman pastillas de diseño y las clases acomodadas se meten cocaína. Lo sabe todo el mundo y va a seguir sucediendo indefinidamente sin que nadie lo impida, incluso aunque algún cabeza de turco caiga de vez en cuando para justificar y para escenificar. Una amiga mía tuvo un problema por cultivar marihuana en macetas en el patio. Otra, por la misma época, tenía la maceta en el mismo salón de su casa donde celebraba de vez en cuando fiestas con lo más granado de la sociedad local, incluyendo, según me decía, miembros de la carrera fiscal. Nunca sufrió ningún contratiempo. |
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Una de las contradicciones del Código Penal consiste en que el consumo no es delito pero el tráfico sí lo es. La donación también es tráfico. Un día me encontraba en un piso de estudiantes y un chico estaba partiendo un bloque de hierba. Me ofreció. Ese sólo gesto de educación lo convertía en delincuente ¿No es artificioso? Si yo hubiera cortado algo para mí, ese acto sería inocuo (supongo). Si me la daba él, era un delito. Todo raro, todo falso y todo mentira. La prohibición del tráfico de drogas es una medida por lo menos inapropiada si la consideramos desde la racionalidad. Las drogas deberían venderse en los estancos y en los kioskos a su precio natural como medio para ase- gurar no sólo la libertad individual y la garantía de la integridad y salubridad del producto (no hay muertes por sobredosis, sino muertes por consumir producto adulterado en un mercado sin garantías), sino el fin de las mafias y de la delincuencia que llevan asociada.
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Para impedir que los ciudadanos se droguen hay otros resortes. Si un niño pequeño que permanecía demasiado tiempo delante de la televisión llegó a convencerse, como he dicho antes, de que salir de la OTAN sería malísimo, los ciudadanos en general pueden convencerse por esa misma vía de lo malo que es el hábito de la drogadicción. Pueden ponerse en marcha a ese fin todos los mecanismos que el sistema utiliza para envilecernos. Por ejemplo, el esnobismo social, para que quienes tenemos por modelos de conducta sugieran la idea de que las drogas se pasaron de moda o lo que se quiera. Puede hacerse, pero no se hace. Preferimos emplear unos recursos económicos impresionantes a luchar contra un enemigo imposible de derrotar.
¿Por qué? El negocio está muy extendido entre la sociedad, no vayamos a pensar que es cosa de camellos de medio pelo. Personas de apariencia honorable, profesionales liberales, empresarios de éxito, están en él. Los beneficios que se generan indefectiblemente se blanquean y dan lugar a empresas que de alguna manera contribuyen a los intereses generales mediante el pago de impuestos y la provisión de puestos de trabajo. Todo se transforma en dinero y al final el Estado termina beneficiándose.
¿Por qué? El negocio está muy extendido entre la sociedad, no vayamos a pensar que es cosa de camellos de medio pelo. Personas de apariencia honorable, profesionales liberales, empresarios de éxito, están en él. Los beneficios que se generan indefectiblemente se blanquean y dan lugar a empresas que de alguna manera contribuyen a los intereses generales mediante el pago de impuestos y la provisión de puestos de trabajo. Todo se transforma en dinero y al final el Estado termina beneficiándose.
En todo caso, el tráfico ilegal de drogas genera inestabilidad social, falta de cohesión, inseguridad y miedo: Todo lo que quiere el sistema a fin de que no tengamos referencias, no nos fiemos unos de otros y no podamos formar un bloque solidario con una puesta en común y un plan de acción.
Esta es una táctica muy utilizada en política internacional. Los Estados grandes y poderosos suelen fomentar la división, el separatismo y la atomización de los otros Estados como medio para controlarlos mejor. Los procesos centrífugos generan por regla general rencillas, guerras civiles y tensión. Un enemigo o un rival menos para los Estados importantes.
Las religiones que tenemos alrededor también participan: Nos aterrorizan con una bagatela mitológica como medio para asegurarse una obediencia ciega. Si no haces al pie de la letra todo lo que de ordenan los representantes de esas religiones, te quemarás por toda la eternidad. Puede expresarse así: Siembra miedo y consigue sumisión.
Así también parece funcionar en el seno de la sociedad. Alguien quiere que desconfiemos unos de otros y vivamos tensos. Mientras estamos viendo un mal programa de televisión, leemos literatura de evasión o nos dejamos llevar por la cultura vacía, no podemos pensar. Cuando estamos asustados, tampoco.
Ellos quieren que tengamos miedo.
Esta es una táctica muy utilizada en política internacional. Los Estados grandes y poderosos suelen fomentar la división, el separatismo y la atomización de los otros Estados como medio para controlarlos mejor. Los procesos centrífugos generan por regla general rencillas, guerras civiles y tensión. Un enemigo o un rival menos para los Estados importantes.
Las religiones que tenemos alrededor también participan: Nos aterrorizan con una bagatela mitológica como medio para asegurarse una obediencia ciega. Si no haces al pie de la letra todo lo que de ordenan los representantes de esas religiones, te quemarás por toda la eternidad. Puede expresarse así: Siembra miedo y consigue sumisión.
Así también parece funcionar en el seno de la sociedad. Alguien quiere que desconfiemos unos de otros y vivamos tensos. Mientras estamos viendo un mal programa de televisión, leemos literatura de evasión o nos dejamos llevar por la cultura vacía, no podemos pensar. Cuando estamos asustados, tampoco.
Ellos quieren que tengamos miedo.
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