ARTICULO |
1 SEPTIEMBRE 2011 – Número 4 |
Todo es mentira – primera parte
Presentamos este incisivo y revelador trabajo, un compendio de los ámbitos inundados por la mentira por diseño. En el pasado número hablamos de la suplantación de la realidad y aquí ahondaremos en la pretensión instaurada en el espacio social, cultural, político y financiero que habitamos.
Escrito por José Ortega 2010©

Empezando este mes de Septiembre y durante las próximas cuatro entregas, publicaremos los cinco capitulos de esta obra. Con el capítulo final, que se publicará en Enero 2012, enviaremos a tod@s nuestr@s subscriptor@s la obra completa en formato pdf. Todo es mentira consta de los siguientes capítulos:
- Sobre la libertad política.
- Sobre la sociedad.
- Sobre la cultura.
- Sobre el dinero.
- Análisis.
Todo es mentira. Breve compendio de ideas sobre el sistema. Resumen para lector@s con prisa:
¿Qué es lo que está mal en la sociedad?
La democracia no es realmente participativa. Somos esclavos y ni siquiera nos damos cuenta. Estamos intoxicando el planeta y a nosotros mismos y dejamos que suceda. Todo eso. ¿Por qué la democracia no es participativa? Porque debemos aceptar la obligación de votar siempre a los mismos partidos, porque carecemos de la oportunidad real de fundar un partido político capaz de hacer llegar su mensaje y ser elegidos para un cargo y porque si queremos participar debe ser forzosamente dentro de la disciplina de uno de los partidos importantes, que no están dispuestos a cambiar nada o casi nada. ¿Por qué no podemos fundar un partido e influir con él en las decisiones que nos afectan? Porque los partidos invierten en las campañas cantidades inmensas que no están a nuestro alcance. Las campañas electorales son millonarias no para captar votos sino como medio para impedir que quien lo desee pueda participar en ellas de modo independiente. ¿Por qué somos esclavos? Entre otros motivos porque debemos pasar toda nuestra vida útil pagando al banco más de la mitad de nuestro sueldo para amortizar una hipoteca. Eso es esclavismo. ¿No es cierto que existe la posibilidad de discrepar y criticar? Sólo en un ámbito restringido que tiene mucho de escenografía a fin de legitimar al sistema. La prueba es que esa teórica discrepancia casi nunca resuelve nada. ¿Por qué la enfermedad es un negocio? La industria agroalimentaria, acogida a las leyes de la globalización, desnaturaliza, priva de nutrientes y añade productos químicos a lo que comemos. A continuación nos convertimos en enfermos crónicos y debemos consumir fármacos de por vida. Ese ciclo genera un inmenso beneficio económico. ¿Por qué la moda de la alta cocina de diseño es un engaño? Porque es una propuesta de falsos héroes sociales que promueven la idea de que comer comida desnaturalizada y productos químicos está bien cuando en realidad es un riesgo para la salud. ¿Por qué la cultura está vacía? Las formas de la cultura oficial y subvencionada ofrecen formas vacías de contenido que crean (cierto que con excepciones) la ilusión de que existe inquietud, pensamiento y actividad cultural. El objetivo es impedir que la auténtica cultura se abra paso y busque soluciones que cambien el sistema. |
¿Por qué la sociedad está desorientada?
Porque el Estado, como concreción del grupo, ha renunciado a su misión de proponer modelos de conducta a través de personajes a imitar e ideales a cumplir. Ante esta dejación, surgen falsos modelos y falsos héroes que trastocan y lesionan el sistema de valores. ¿Por qué los gobiernos son títeres? Porque la lógica interna del capitalismo ha originado tal acúmulo de riqueza en pocas manos que los centros de poder se han trasladado a los consejos de administración de los grandes grupos económicos. ¿Cómo neutraliza la telebasura la posible actividad crítica de la capa ilustrada de la sociedad? Secuestra su atención. El tiempo que dedican a criticarla es tiempo perdido en la tarea de buscar soluciones a los problemas que sí importan. ¿Por qué hay que legalizar las drogas? Porque la prohibición asegura un negocio mafioso que mueve cantidades de dinero extraordinarias y corrompe todo lo que toca y porque la delincuencia que lleva asociada instala en la sociedad la desconfianza y el miedo. Y cuando estamos asustados somos incapaces de ver los problemas de fondo, idear soluciones y ponerlas en práctica. ¿Por qué la paz mundial, la salud generalizada y el fin de los combustibles fósiles son perjudiciales para el sistema económico? Porque nuestra economía está sólidamente fundamentada en la guerra, la enfermedad y ese tipo de combustible y una buena parte del ciclo económico y la mano de obra dependen de ellas. Su supresión generaría convulsiones económicas y sociales inimaginables. ¿Es fiable Internet como medio para difundir ideas alternativas? Internet es el mayor sistema de espionaje que nunca haya existido. ¿Se puede cambiar el sistema? No. Lo que no significa que no haya que intentarlo. ¿Es precisa una revolución y cuáles deben ser sus métodos? Sólo es preciso un cambio interior en cada uno hacia el conocimiento y la conciencia. No es ni ético ni recomendable forzar a otros a determinadas opiniones o actitudes, ni es legítimo emplear ningún tipo de violencia, ni siquiera verbal. Los cambios sólo vendrán cuando alcancemos auténtica cohesión social y un convencimiento que provenga del interior. ¿Hay alguna esperanza? Sí. Primero debemos saber. Después debemos querer al otro. Finalmente, debemos perder el miedo. La sociedad debe estar cohesionada y convencida de una forma natural y debe compartir los mismos valores. |
Sobre la libertad política

Hay descontento, hay decepción y hay desesperanza ante la deriva social, cultural y política. Se percibe en cada conversación y es cada vez más repetitivo. A veces parece una olla a presión a punto de estallar. Pero junto a la desesperanza hay esperanza y deseo de cambio.
No en todos, sin embargo: La capa ilustrada de la sociedad sabe que todo es mentira pero la menos informada cree a pie juntillas en la mentira como si fuera verdad. Si uno se mueve sólo en el primer grupo, puede caer en el error de considerar que el descontento es universal y que bastan la puesta en común y la organización para cambiar las cosas. Pero es suficiente una ojeada al grueso de la sociedad para percibir la poderosa inercia mental sembrada por el sistema mismo con el fin de perpetuarse.
No en todos, sin embargo: La capa ilustrada de la sociedad sabe que todo es mentira pero la menos informada cree a pie juntillas en la mentira como si fuera verdad. Si uno se mueve sólo en el primer grupo, puede caer en el error de considerar que el descontento es universal y que bastan la puesta en común y la organización para cambiar las cosas. Pero es suficiente una ojeada al grueso de la sociedad para percibir la poderosa inercia mental sembrada por el sistema mismo con el fin de perpetuarse.
"Las cárceles, los policías, los carros de combate en las plazas públicas, todo eso quedó anticuado. La cárcel está dentro, en la profundidad de nuestro pensamiento, que sólo por ignorancia creemos nuestro."
"Hay un círculo vicioso relativo a la vida de los partidos que confirma que vivimos en un régimen ademocrático." |
QUÉ ES LO QUE NO FUNCIONA
¿Qué es lo que está mal? ¿Por qué hay que cambiar el sistema? La respuesta es la misma que nos cuentan en Matrix: Porque somos esclavos. Me maravilla la eficacia del control que ejercen sobre nosotros hasta el extremo de tenerlo ante los ojos y no verlo. Cada bebé que nace está condenado de antemano no sólo a pagar la deuda que la Administración ha contraído para fines a menudo dudosos, sino también a ser un esclavo de por vida por el mero hecho de tener que vivir en una casa, ya que prácticamente desde que alcance la edad adulta deberá entregar más de la mitad de su sueldo al banco para amortizar una hipoteca de treinta o cuarenta años. Será casi un anciano cuando acabe de pagarla y pueda disponer de su sueldo íntegro, aunque para entonces tendrá que invertir una parte no pequeña de él para contener enfermedades crónicas comprando medicamentos hasta el día de su muerte. Que éste sea un hecho tan evidente y no lo veamos es algo que confirma los refinados procedimientos de control mental que ejercen sobre nosotros. Pero no sólo eso: Unos ciudadanos angustiados por la lucha por la supervivencia deben concentrar toda su energía y tiempo en llegar a fin de mes. En estas condiciones no sólo tienen dificultades para mantener un pensamiento crítico: Las tienen también para mantener una actitud crítica y adoptar iniciativas críticas. Necesitan dedicar sus fuerzas a salvar la carrera de fondo de su propia existencia. |

Matrix no es la primera sugerencia de un mundo ficticio que se superpone al real para crear la ilusión de que todo está bien. Mucho tiempo antes, Stanislaw Lem, en su Congreso de Futurología, ya expuso la misma idea. Su inefable héroe, Ijon Tichy, viaja a un futuro que parece perfecto hasta que se da cuenta de que ciertos funcionarios públicos se dedican a esparcir por el aire un spray que perturba los sentidos, haciendo que la población perciba la realidad como no es. Descubre entonces que la vida en aquel mundo era miserable debido a la superpoblación y la pobreza, aunque todos creían ser felices y prósperos y estaban convencidos de vivir en la abundancia. Como veremos más adelante, la realidad que percibimos es subjetiva. Por eso se puede manipular.
Esas obras no son devaneos literarios ni evocaciones de un futuro más o menos imaginario, sino agudas metáforas de nuestro propio mundo. Quienes nos dominan no tienen un spray, pero sí todo lo demás, incluyendo la educación y los medios de comunicación, y todo lo usan eficientemente para que creamos que somos felices y prósperos en medio de este mundo que se hunde.
Esas obras no son devaneos literarios ni evocaciones de un futuro más o menos imaginario, sino agudas metáforas de nuestro propio mundo. Quienes nos dominan no tienen un spray, pero sí todo lo demás, incluyendo la educación y los medios de comunicación, y todo lo usan eficientemente para que creamos que somos felices y prósperos en medio de este mundo que se hunde.

TODO ES MENTIRA
El primer paso para un análisis correcto de la realidad es aceptar que todo es mentira. Si no partimos de esta premisa, seremos incapaces de llegar a conclusiones correctas. Hay que dudar de todo para entenderlo todo. No estamos obligados a admitir lo dado, incluyendo ideas, leyes, costumbres e instituciones, por mera inercia, renunciando con ello a valorar si nos sirven, lo que es lo mismo que renunciar al pensamiento.
Nos han amputado la capacidad de formularnos preguntas que resultan perfectamente naturales pero que ya no surgen porque las fuentes del pensamiento crítico han sido desecadas con toda intención en nuestros cerebros. Las cárceles, los policías, los carros de combate en las plazas públicas, todo eso quedó anticuado. La cárcel está dentro, en la profundidad de nuestro pensamiento, que sólo por ignorancia creemos nuestro.
Sostengo que todo es mentira, incluyendo las declaraciones solemnes de dignidad y libertad individuales, y que el ciudadano se ha transformado en tornillo de una gran maquinaria cuyo fin es perpetuar la dominación y propiciar que una minoría pueda amasar un poder inmenso a costa del resto.
El primer paso para un análisis correcto de la realidad es aceptar que todo es mentira. Si no partimos de esta premisa, seremos incapaces de llegar a conclusiones correctas. Hay que dudar de todo para entenderlo todo. No estamos obligados a admitir lo dado, incluyendo ideas, leyes, costumbres e instituciones, por mera inercia, renunciando con ello a valorar si nos sirven, lo que es lo mismo que renunciar al pensamiento.
Nos han amputado la capacidad de formularnos preguntas que resultan perfectamente naturales pero que ya no surgen porque las fuentes del pensamiento crítico han sido desecadas con toda intención en nuestros cerebros. Las cárceles, los policías, los carros de combate en las plazas públicas, todo eso quedó anticuado. La cárcel está dentro, en la profundidad de nuestro pensamiento, que sólo por ignorancia creemos nuestro.
Sostengo que todo es mentira, incluyendo las declaraciones solemnes de dignidad y libertad individuales, y que el ciudadano se ha transformado en tornillo de una gran maquinaria cuyo fin es perpetuar la dominación y propiciar que una minoría pueda amasar un poder inmenso a costa del resto.

CREANDO AL ENEMIGO
Nada proporciona tanta cohesión social como un enemigo común. De conformidad con ello, en la democracia occidental hemos generado un interesante sistema de referencias. Nos definimos a nosotros mismos por nuestros valores de dignidad y respeto al individuo y sobre todo por nuestra repugnancia ante los sistemas autocráticos. Al repetir continuamente que estamos en frente y en contra de toda dictadura, alejamos la sospecha de que nuestro propio sistema pueda ser también una dictadura. Al mismo tiempo, ese sistema de referencias conduce al sentimiento de que el único refugio posible contra el peligro de la dictadura es nuestro sistema. Quienes nos dominan y nos controlan han desarrollado la fórmula idónea para que abracemos, con- vencidos, la dictadura encubierta como único amparo posible contra la dictadura manifiesta.
DISPONIENDO LA ESCENOGRAFÍA
El sistema nos proporciona apariencias convenientes para que creamos que vivimos en una sociedad justa. Tenemos textos constitucionales que protegen ciertos derechos básicos y gozamos de la posibilidad de discrepar, en especial siempre que lo hagamos de forma razonable y prudente. El aborrecimiento que el sistema profesa hacia todo sistema totalitario forma parte de la misma escenografía. Si no existieran esas moderadas dosis de libertad, el sistema no sería creíble. Resulta imprescindible escenificar el derecho a la discrepancia, la posibilidad de rebeldía y la existencia de autonomía personal para que nos convenzamos de que la democracia parlamentaria en el seno de una economía de mercado es el mejor sistema posible, de que no cabe esperar nada más y de que cualquier aventura que no respete esos patrones es como asomarse al abismo y terminará mal.
Carlos Marx estableció la diferencia entre las libertades formales que proporcionaban los sistemas liberales del siglo XIX y las libertades reales que a su juicio traería el socialismo llamado científico. Nuestra democracia nos ofrece un catálogo de derechos y libertades que en unos casos constituyen una mera formalidad y en otros una simple mentira que no es más que una pequeña parte de la mentira general. Estas mentiras son los ladrillos de un decorado hecho para crear la ilusión de que somos socialmente felices y de que todo va bien.
Nada proporciona tanta cohesión social como un enemigo común. De conformidad con ello, en la democracia occidental hemos generado un interesante sistema de referencias. Nos definimos a nosotros mismos por nuestros valores de dignidad y respeto al individuo y sobre todo por nuestra repugnancia ante los sistemas autocráticos. Al repetir continuamente que estamos en frente y en contra de toda dictadura, alejamos la sospecha de que nuestro propio sistema pueda ser también una dictadura. Al mismo tiempo, ese sistema de referencias conduce al sentimiento de que el único refugio posible contra el peligro de la dictadura es nuestro sistema. Quienes nos dominan y nos controlan han desarrollado la fórmula idónea para que abracemos, con- vencidos, la dictadura encubierta como único amparo posible contra la dictadura manifiesta.
DISPONIENDO LA ESCENOGRAFÍA
El sistema nos proporciona apariencias convenientes para que creamos que vivimos en una sociedad justa. Tenemos textos constitucionales que protegen ciertos derechos básicos y gozamos de la posibilidad de discrepar, en especial siempre que lo hagamos de forma razonable y prudente. El aborrecimiento que el sistema profesa hacia todo sistema totalitario forma parte de la misma escenografía. Si no existieran esas moderadas dosis de libertad, el sistema no sería creíble. Resulta imprescindible escenificar el derecho a la discrepancia, la posibilidad de rebeldía y la existencia de autonomía personal para que nos convenzamos de que la democracia parlamentaria en el seno de una economía de mercado es el mejor sistema posible, de que no cabe esperar nada más y de que cualquier aventura que no respete esos patrones es como asomarse al abismo y terminará mal.
Carlos Marx estableció la diferencia entre las libertades formales que proporcionaban los sistemas liberales del siglo XIX y las libertades reales que a su juicio traería el socialismo llamado científico. Nuestra democracia nos ofrece un catálogo de derechos y libertades que en unos casos constituyen una mera formalidad y en otros una simple mentira que no es más que una pequeña parte de la mentira general. Estas mentiras son los ladrillos de un decorado hecho para crear la ilusión de que somos socialmente felices y de que todo va bien.
REFLEXIONES SOBRE LA LIBERTAD POLÍTICA
Uno de los derechos fundamentales es el derecho de sufragio activo (votar en las elecciones) y pasivo (ser candidato y, eventualmente, ser elegido). Este derecho, en ambas versiones, es puramente nominal por no decir que resulta ficticio. Resumidamente: No existe derecho real de sufragio activo porque en la práctica no podemos elegir más que entre dos o a lo sumo tres opciones políticas que resultan miméticas en lo importante y porque los partidos nos imponen listas cerradas y bloqueadas, lo que nos obliga a votar no a personas sino a maquinarias de poder cuya misión es mantener y perpetuar el sistema. No existe derecho de sufragio pasivo porque en la práctica sólo se puede ser elegido pagando el precio de entrar en la disciplina de uno de los partidos políticos importantes, que no siempre se distinguen por sus hábitos democráticos y que, como he dicho, no están dispuestos a cambiar nada.
Las capas menos informadas de la sociedad, los que no saben que todo es mentira, desperdician su energía y su tiempo (en una manera muy conveniente para el sistema) discutiendo las excelencias del partido A y las miserias del partido B, convencidos de que uno y otro son distintos. Pero la libertad sería algo mezquino si se limitara a la facultad de elegir entre un partido de la llamada centro derecha y otro de la llamada centro izquierda. Esas opciones no son iguales pero sí muy parecidas y resultan idénticas en las cuestiones relevantes: Ninguna de ellas hará nunca nada que pueda contrariar los intereses de los laboratorios farmacéuticos o la industria agroalimentaria, no incorporarán las medicinas mal llamadas alternativas al sistema público de salud, no cuestionarán la autoridad de los bancos, no se replantearán el trauma que significa para los jóvenes hacer frente a una hipoteca o promoverán la democracia real admitiendo listas abiertas y prohibiendo o limitando todo gasto electoral como medio para igualar a todos en las opciones.
Uno de los derechos fundamentales es el derecho de sufragio activo (votar en las elecciones) y pasivo (ser candidato y, eventualmente, ser elegido). Este derecho, en ambas versiones, es puramente nominal por no decir que resulta ficticio. Resumidamente: No existe derecho real de sufragio activo porque en la práctica no podemos elegir más que entre dos o a lo sumo tres opciones políticas que resultan miméticas en lo importante y porque los partidos nos imponen listas cerradas y bloqueadas, lo que nos obliga a votar no a personas sino a maquinarias de poder cuya misión es mantener y perpetuar el sistema. No existe derecho de sufragio pasivo porque en la práctica sólo se puede ser elegido pagando el precio de entrar en la disciplina de uno de los partidos políticos importantes, que no siempre se distinguen por sus hábitos democráticos y que, como he dicho, no están dispuestos a cambiar nada.
Las capas menos informadas de la sociedad, los que no saben que todo es mentira, desperdician su energía y su tiempo (en una manera muy conveniente para el sistema) discutiendo las excelencias del partido A y las miserias del partido B, convencidos de que uno y otro son distintos. Pero la libertad sería algo mezquino si se limitara a la facultad de elegir entre un partido de la llamada centro derecha y otro de la llamada centro izquierda. Esas opciones no son iguales pero sí muy parecidas y resultan idénticas en las cuestiones relevantes: Ninguna de ellas hará nunca nada que pueda contrariar los intereses de los laboratorios farmacéuticos o la industria agroalimentaria, no incorporarán las medicinas mal llamadas alternativas al sistema público de salud, no cuestionarán la autoridad de los bancos, no se replantearán el trauma que significa para los jóvenes hacer frente a una hipoteca o promoverán la democracia real admitiendo listas abiertas y prohibiendo o limitando todo gasto electoral como medio para igualar a todos en las opciones.

Hay que terminar con eso. El sistema quiere que sigamos entretenidos manteniendo esas discusiones y debatiendo sobre los estrechos limites entre las opciones políticas dadas porque eso mantiene la ilusión de que puede haber discrepancia, critica y todo lo que caracteriza a una sociedad libre, pero sobre todo porque esas discusiones no conducen a nada, y esa nada es lo que el sistema tiene reservado para nosotros. En realidad esas opciones políticas difieren en muy poco pero parecen distintas porque se han preocupado de retirar de la circulación a las demás. Los dos grandes partidos son como esas cadenas comerciales que fingen hacerse la competencia cuando en realidad son marcas distintas del mismo empresario. Una elige el color azul para sus dependientes y su decoración, la otra el rojo. Bonita escenificación de la diferencia para ocultar que comparten propietario. Es curioso, esos colores también representan a los dos partidos importantes. Y también ellos comparten dueño.

Puede que la más importante mentira sea la democracia en la que vivimos o creemos vivir. No existe tal democracia. Claro que es mejor convivir con esta oligarquía que soportar un régimen totalitario donde vas al calabozo por suspirar, pero esta comparación no debería cegarnos hasta el extremo de hacernos creer que todo lo que nos dicen sobre nuestro sistema político es cierto, y sobre todo de hacernos pensar que hemos llegado a la estación término y que lo que tenemos es todo a lo que podemos aspirar.
En la época de Franco quienes querían dedicarse a la política debían hacerlo desde las filas del llamado Movimiento Nacional. Algo más tarde, con los primeros compases de la transición, el Presidente Arias Navarro admitió las asociaciones políticas como expresión de las distintas opciones, pero siempre dentro de la ortodoxia ideológica del dichoso Movimiento Nacional.
En la época de Franco quienes querían dedicarse a la política debían hacerlo desde las filas del llamado Movimiento Nacional. Algo más tarde, con los primeros compases de la transición, el Presidente Arias Navarro admitió las asociaciones políticas como expresión de las distintas opciones, pero siempre dentro de la ortodoxia ideológica del dichoso Movimiento Nacional.
A los analistas políticos y a los historiadores eso les parece la burla de un sistema de libertades y a mí también, pero no veo muchas diferencias con la estructura del sistema actual, en el que las opciones disponibles son casi miméticas, en el que quien desee participar activamente no tiene mas remedio que hacerlo desde uno de los grandes partidos y en el que fuera de esas dos opciones (que respecto a las cuestiones importantes son una) sólo se extiende la nada.

La Constitución manda que las normas internas de funcionamiento de los partidos políticos sean democráticas. No parece que se cumpla esta condición, o que se cumpla siempre. Nadie se extrañó cuando Aznar nombró a su sucesor, como un rey designa a su delfín. El hecho de que una cosa así suceda (aunque luego se adecente con una votación), denota simplemente un incumplimiento del artículo 6° de la Constitución. El hecho de que una cosa así suceda y ni un sólo periodista escriba un editorial crítico, evidencia también unos medios de comunicación seguidistas y cómplices. El hecho de que esto suceda y entre los ciudadanos nadie diga lo mas mínimo, denota una sociedad enferma, esclavizada y con un pensamiento acrítico, exactamente el modelo de sociedad querido por el sistema.
Como es sabido, un señor llamado Ricardo Costa fue suspendido de militancia del Partido Popular por aludir a sí mismo como Secretario General del partido en la Comunidad Valenciana cuando previamente había sido destituido desde Madrid. Siempre sospeché que ese gesto suyo era una forma de advertir que Génova carecía de competencia para destituirlo y lo que he leído en los estatutos de ese partido sugiere que así es. Los comités ejecutivos regionales del PP tienen entre sus competencias, con arreglo al artículo 35.1.d), nombrar a los Secretarios Generales, y con arreglo al apartado f) del mismo artículo, “recibir la dimisión de las personas que ostenten funciones en los órganos de gobierno y proveer sus sustitución”. Si no lo he entendido mal, el comité de derechos y garantías (Génova) puede sancionar con la inhabilitación, pero no destituir al secretario General de un organismo regional.
Como es sabido, un señor llamado Ricardo Costa fue suspendido de militancia del Partido Popular por aludir a sí mismo como Secretario General del partido en la Comunidad Valenciana cuando previamente había sido destituido desde Madrid. Siempre sospeché que ese gesto suyo era una forma de advertir que Génova carecía de competencia para destituirlo y lo que he leído en los estatutos de ese partido sugiere que así es. Los comités ejecutivos regionales del PP tienen entre sus competencias, con arreglo al artículo 35.1.d), nombrar a los Secretarios Generales, y con arreglo al apartado f) del mismo artículo, “recibir la dimisión de las personas que ostenten funciones en los órganos de gobierno y proveer sus sustitución”. Si no lo he entendido mal, el comité de derechos y garantías (Génova) puede sancionar con la inhabilitación, pero no destituir al secretario General de un organismo regional.
Como no me dedico a la política podría equivocarme, pero de la lectura de los estatutos del PP concluyo que efectivamente los órganos centrales carecían de toda autoridad para destituir a un cargo que había sido nombrado por el órgano regional y a quien únicamente el órgano regional podía revocar. Según esto, Ricardo Costa habría estado en su perfecto derecho de decir lo que dijo, y el partido lo sancionó por ejercer un derecho cuando quienes habrían incumplido los estatutos eran los mismos jefes de Génova.
Escuché en su momento las noticias sobre estos hechos y no capté en la prensa un sólo inconveniente. Al contrario, todos los periodistas encontraban muy normal lo sucedido. Resulta tan demoledora la contundencia con la que se ataca a la libertad y al derecho a la luz del día como desoladora la pasividad de unos medios de comunicación que callan por algún motivo.
¿Cuál es ese motivo? No es ignorancia, cualquiera puede leer los estatutos del PP, que están en Internet. Entonces ¿Cuál es ese motivo? ¿Y por qué el otro partido calla también? ¿Aspira acaso a conservar intactas sus posibilidades de actuar igual de puertas adentro? ¿Son estos partidos realmente democráticos o encierran un caudillismo que la prensa libre no se atreve a criticar?
Si un ladronzuelo roba un bolso, le cae la ley encima. Si un especulador financiero hunde los mercados, rara vez tiene consecuencias. En paralelo, si un esposo machista limita la libertad de su pareja, esto merece censura social. Pero si un partido roba en grande la libertad de todos poniendo en marcha mecanismos internos no democráticos, esto pasa desapercibido y nadie se ofende. El extraordinario poder del sistema sobre nuestro pensamiento se manifiesta así: Lo tenemos delante y no lo vemos.
Escuché en su momento las noticias sobre estos hechos y no capté en la prensa un sólo inconveniente. Al contrario, todos los periodistas encontraban muy normal lo sucedido. Resulta tan demoledora la contundencia con la que se ataca a la libertad y al derecho a la luz del día como desoladora la pasividad de unos medios de comunicación que callan por algún motivo.
¿Cuál es ese motivo? No es ignorancia, cualquiera puede leer los estatutos del PP, que están en Internet. Entonces ¿Cuál es ese motivo? ¿Y por qué el otro partido calla también? ¿Aspira acaso a conservar intactas sus posibilidades de actuar igual de puertas adentro? ¿Son estos partidos realmente democráticos o encierran un caudillismo que la prensa libre no se atreve a criticar?
Si un ladronzuelo roba un bolso, le cae la ley encima. Si un especulador financiero hunde los mercados, rara vez tiene consecuencias. En paralelo, si un esposo machista limita la libertad de su pareja, esto merece censura social. Pero si un partido roba en grande la libertad de todos poniendo en marcha mecanismos internos no democráticos, esto pasa desapercibido y nadie se ofende. El extraordinario poder del sistema sobre nuestro pensamiento se manifiesta así: Lo tenemos delante y no lo vemos.
SOBRE EL DERECHO A PARTICIPAR
Hay un círculo vicioso relativo a la vida de los partidos que confirma que vivimos en un régimen ademocrático. En teoría cualquiera de nosotros puede participar en la vida política mediante la creación de un partido o simplemente concurriendo a las elecciones, pero en la práctica todos tenemos la con- ciencia de que una cosa así será inútil porque nunca conseguiremos que nuestro mensaje llegue a los electores. Creo que habéis visto cómo es una campaña electoral y las cantidades inmensas de dinero que se invierten en ellas. Trenes dedicados, polideportivos a rebosar, la ciudad empapelada, vallas publicitarias, los candidatos y su corte recorriendo el país en avión. Todo eso sólo para reunirse con las huestes propias, entregadas de antemano y con un papelón reducido a aplaudir y vitorear.
Esa frenética actividad cuesta una cantidad horrible de dinero que el resto de la población no puede permitirse. Las fuentes de financiación de los partidos son oficialmente las cuotas de sus afiliados, la administración de los recursos propios, las donaciones y la subvención del Estado por escaños obtenidos. Para mantener el aparato, sus sedes, viajes, sueldos y campañas, esto (excepto donaciones sobresalientes y desde luego no desinteresadas) es calderilla y creo sospechoso que esa realidad no resulte evidente.
Hay un círculo vicioso relativo a la vida de los partidos que confirma que vivimos en un régimen ademocrático. En teoría cualquiera de nosotros puede participar en la vida política mediante la creación de un partido o simplemente concurriendo a las elecciones, pero en la práctica todos tenemos la con- ciencia de que una cosa así será inútil porque nunca conseguiremos que nuestro mensaje llegue a los electores. Creo que habéis visto cómo es una campaña electoral y las cantidades inmensas de dinero que se invierten en ellas. Trenes dedicados, polideportivos a rebosar, la ciudad empapelada, vallas publicitarias, los candidatos y su corte recorriendo el país en avión. Todo eso sólo para reunirse con las huestes propias, entregadas de antemano y con un papelón reducido a aplaudir y vitorear.
Esa frenética actividad cuesta una cantidad horrible de dinero que el resto de la población no puede permitirse. Las fuentes de financiación de los partidos son oficialmente las cuotas de sus afiliados, la administración de los recursos propios, las donaciones y la subvención del Estado por escaños obtenidos. Para mantener el aparato, sus sedes, viajes, sueldos y campañas, esto (excepto donaciones sobresalientes y desde luego no desinteresadas) es calderilla y creo sospechoso que esa realidad no resulte evidente.

Lejos de mi intención dirigir una acusación genérica contra los partidos o sus dirigentes. Me limito a dejar constancia de los escándalos periódicos que han ido apareciendo en relación a su financiación ilegal. A lo mejor estoy equivocado, pero los casos Naseiro, Filesa, Flick, Matesa y Gürtel sugieren un sistema estable y mantenido en el tiempo de financiación ilegal. Me nace una sonrisa de ironía cuando, tras descubrirse algún nuevo fraude, veo a los bienintencionados ciudadanos dejarse llevar por las protestas de los propios dirigentes que, tras elegir los cabezas de turco, insisten en que nadie debe lucrarse a costa del partido, como si ésas y otras maniobras no estuvieran organizadas por los propios partidos, sedientos de una fuente inagotable de recursos.
Hay al respecto una frase hecha que sirve como segunda barricada de defensa cuando las principales fallan y el juez y la sociedad se enteran del robo: En todos los partidos hay sinvergüenzas. Esta expresión, tan usada cuando llega el caso, resulta muy eficaz como mal menor para convencer a la sociedad de que el partido no es agente, sino víctima. Es cierto que en un ambiente de rapiña es fácil que quienes ven pasar el dinero por delante cojan un poco, pero que esto no nos distraiga del grave problema de base, que es la inmensa cantidad de recursos económicos que necesitan los partidos para funcionar y la relativa modestia de sus fuentes oficiales de ingresos.
Por mi profesión, tengo una ligera idea de lo que pasa cuando hay que adjudicar una obra pública. Los empresarios del sector están absolutamente desesperados con el tema y confío en que se entienda, porque esta parte es bastante turbia y no pienso explicarla mejor. Cuentan también estos empresarios algo inquietante: Que cuando el concurso es para la Unión Europea nunca hay ni pucherazo ni favoritismo porque los pliegos de condiciones establecen criterios objetivos y no dejan nada a la valoración de la Administración otorgante del contrato. Y añaden que en España es todo lo contrario, puesto que aquí los pliegos contienen una dosis importante de criterios subjetivos, lo que funciona como garantía de que la autoridad de turno pueda otorgar la obra a quien le apetezca. Dicen también que sería muy fácil impedir la corrupción y los correspondientes sobrecostes en la adjudicación de obras modificando la ley para introducir en los concursos sólo criterios objetivos y eliminar los subjetivos. Pero saben que ninguno de los partidos importantes lo hará. No me preguntéis por qué. Simplemente recordad el revuelo que se organizó en el Parlamento de Cataluña cuando un político le reprochó a otro que su problema, o el problema de su partido, era el 5%.
La censura ética que pudiéramos dirigir hacia los responsables de ese modo de proceder queda al margen del presente análisis. Lo importante aquí es que los ciudadanos en general, si exceptuamos el éxito local de ciertos independientes, no pueden ni soñar en fundar un partido para defender sus ideas con una mínima esperanza de que su mensaje llegue a destino.
Por mi profesión, tengo una ligera idea de lo que pasa cuando hay que adjudicar una obra pública. Los empresarios del sector están absolutamente desesperados con el tema y confío en que se entienda, porque esta parte es bastante turbia y no pienso explicarla mejor. Cuentan también estos empresarios algo inquietante: Que cuando el concurso es para la Unión Europea nunca hay ni pucherazo ni favoritismo porque los pliegos de condiciones establecen criterios objetivos y no dejan nada a la valoración de la Administración otorgante del contrato. Y añaden que en España es todo lo contrario, puesto que aquí los pliegos contienen una dosis importante de criterios subjetivos, lo que funciona como garantía de que la autoridad de turno pueda otorgar la obra a quien le apetezca. Dicen también que sería muy fácil impedir la corrupción y los correspondientes sobrecostes en la adjudicación de obras modificando la ley para introducir en los concursos sólo criterios objetivos y eliminar los subjetivos. Pero saben que ninguno de los partidos importantes lo hará. No me preguntéis por qué. Simplemente recordad el revuelo que se organizó en el Parlamento de Cataluña cuando un político le reprochó a otro que su problema, o el problema de su partido, era el 5%.
La censura ética que pudiéramos dirigir hacia los responsables de ese modo de proceder queda al margen del presente análisis. Lo importante aquí es que los ciudadanos en general, si exceptuamos el éxito local de ciertos independientes, no pueden ni soñar en fundar un partido para defender sus ideas con una mínima esperanza de que su mensaje llegue a destino.

Beneficiándose de este mecanismo totalmente (en apariencia) corrupto, dos maquinarias no siempre democráticas se reparten el poder y deciden nuestro destino escenificando una farsa en la que las discrepancias son sólo de matiz y en la que las cuestiones mas importantes quedan excluidas porque en ellas el acuerdo es total.
Para que existiera una democracia auténtica en la que todos tuviéramos la oportunidad de formar y hacer funcionar un partido político con posibilidades, debería establecerse una prohibición muy exigente de todo gasto electoral. Las campañas caras no sólo son innecesarias, sino que constituyen un instrumento del sistema para excluir conscientemente al pueblo de la verdadera democracia.
El mensaje de los candidatos puede y debería hacerse llegar sólo o preferentemente a través de espacios electorales gratuitos en los medios de comunicación (públicos y también privados, como veremos). La utilidad de empapelar las ciudades con carteles de los candidatos no radica en obtener una ventaja sobre el adversario (algo carente de sentido puesto que el adversario empapela por igual) sino marcar un foso económico insalvable entre las posibilidades de los partidos instalados y las de los partidos incipientes que pudieran nacer del pueblo.
Para que existiera una democracia auténtica en la que todos tuviéramos la oportunidad de formar y hacer funcionar un partido político con posibilidades, debería establecerse una prohibición muy exigente de todo gasto electoral. Las campañas caras no sólo son innecesarias, sino que constituyen un instrumento del sistema para excluir conscientemente al pueblo de la verdadera democracia.
El mensaje de los candidatos puede y debería hacerse llegar sólo o preferentemente a través de espacios electorales gratuitos en los medios de comunicación (públicos y también privados, como veremos). La utilidad de empapelar las ciudades con carteles de los candidatos no radica en obtener una ventaja sobre el adversario (algo carente de sentido puesto que el adversario empapela por igual) sino marcar un foso económico insalvable entre las posibilidades de los partidos instalados y las de los partidos incipientes que pudieran nacer del pueblo.
LISTAS ABIERTAS
Esta es una experiencia propia. Formé parte de una asociación de productoras de cine en la que no existía nada parecido a democracia real. Cinco o seis empresas se repartían siempre las subvenciones y el resto, unas setenta y cinco, debíamos conformarnos con las migajas en el mejor de los casos. Esas cinco o seis empresas no despertaban precisamente buenos sentimientos entre el resto y para mí era un misterio cómo un año tras otro continuaban al frente de la cúpula directiva en una asociación que sin embargo se regía por hábitos democráticos y celebraba elecciones periódicamente.
La razón estaba en los estatutos, que establecían la presentación a las elecciones no de candidatos individuales, sino de candidaturas colectivas cerradas. Además, la junta directiva estaba sobredimensionada y resultaba desproporcionada con el número total de asociados. Todo esto estaba estudiado, porque cada vez que había elecciones la camarilla dominante presentaba una candidatura de dieciocho empresas para ocupar los dieciocho puestos de la junta directiva. La mayoría de las veces el resto ni siquiera podía recoger candidatos suficientes para integrar una candidatura alternativa.
Redacté una reforma de los estatutos para que las elecciones se celebraran con candidatos estrictamente individuales. Este era un medio seguro para instaurar una democracia auténtica pero los empresarios de la camarilla lo vieron a la primera de cambio. Sabían que tan pronto como la reforma se pusiera en marcha nunca más volverían a controlar la asociación simplemente porque las bases no les votarían. Así que bloquearon la reforma por diversos medios y yo abandoné la asociación junto con unos cuantos productores para formar un colectivo alternativo, dejando que ellos continuaran con su movimiento nacional y sus candidaturas oficiales.
Así es como funcionan todas las mafias que se presentan en sociedad bajo apariencia democrática. Si no vemos la artimaña no entenderemos nada.
Otro día me tocó presentarme en las Cortes Valencianas para impedir que una ley relativa a ciertas corporaciones de derecho público regulara sus elecciones mediante presentación de candidaturas. Los partidos políticos que tenían que aprobar el texto pretendían reproducir en él sus propios esquemas de funcionamiento, pero los interesados estaban en desacuerdo y me enviaron para aclarar a los diputados que los candidatos debían ser estrictamente individuales.
Estas anécdotas subrayan la importancia de las listas abiertas. Si cada elector pudiera elegir al candidato que le pareciera conveniente, las cosas cambiarían. Los políticos serían menos arrogantes y atenderían más a las necesidades reales. Y sobre todo nos podríamos dar el lujo de contrariar a los grandes partidos dejando de una forma muy democrática fuera del Parlamento a algunos de sus políticos principales. En todo caso, os pido que percibáis el paralelismo entre la democracia formal de la asociación de productores, que era en realidad una oligarquía camuflada donde siempre mandaban los mismos, y la democracia formal de nuestro sistema político, que también resulta ser una oligarquía camuflada donde siempre mandan los mismos.
Pero ellos no nos permiten los cambios porque esto produciría un cabo suelto en nuestras ataduras. Estamos no sólo gobernados, sino controlados por partidos políticos al servicio de inmensos grupos económicos, y esa correlación del poder (de los grupos económicos sobre los partidos y de los partidos sobre el pueblo) debe funcionar como una maquinaria bien engrasada. Si pudiéramos elegir a los candidatos, comenzarían a aparecer en esa maquinaria pequeños fallos que podrían multiplicarse de forma indeseable para quienes necesitan que todo esté bien atado. A mi parecer no son precisamente los partidos los que se resisten a las listas abiertas, sino los grupos económicos que los controlan.
En el próximo número que saldrá el 1 de Octubre 2011 publicaremos el capítulo 2 de "Todo es mentira": Sobre la sociedad.
Esta es una experiencia propia. Formé parte de una asociación de productoras de cine en la que no existía nada parecido a democracia real. Cinco o seis empresas se repartían siempre las subvenciones y el resto, unas setenta y cinco, debíamos conformarnos con las migajas en el mejor de los casos. Esas cinco o seis empresas no despertaban precisamente buenos sentimientos entre el resto y para mí era un misterio cómo un año tras otro continuaban al frente de la cúpula directiva en una asociación que sin embargo se regía por hábitos democráticos y celebraba elecciones periódicamente.
La razón estaba en los estatutos, que establecían la presentación a las elecciones no de candidatos individuales, sino de candidaturas colectivas cerradas. Además, la junta directiva estaba sobredimensionada y resultaba desproporcionada con el número total de asociados. Todo esto estaba estudiado, porque cada vez que había elecciones la camarilla dominante presentaba una candidatura de dieciocho empresas para ocupar los dieciocho puestos de la junta directiva. La mayoría de las veces el resto ni siquiera podía recoger candidatos suficientes para integrar una candidatura alternativa.
Redacté una reforma de los estatutos para que las elecciones se celebraran con candidatos estrictamente individuales. Este era un medio seguro para instaurar una democracia auténtica pero los empresarios de la camarilla lo vieron a la primera de cambio. Sabían que tan pronto como la reforma se pusiera en marcha nunca más volverían a controlar la asociación simplemente porque las bases no les votarían. Así que bloquearon la reforma por diversos medios y yo abandoné la asociación junto con unos cuantos productores para formar un colectivo alternativo, dejando que ellos continuaran con su movimiento nacional y sus candidaturas oficiales.
Así es como funcionan todas las mafias que se presentan en sociedad bajo apariencia democrática. Si no vemos la artimaña no entenderemos nada.
Otro día me tocó presentarme en las Cortes Valencianas para impedir que una ley relativa a ciertas corporaciones de derecho público regulara sus elecciones mediante presentación de candidaturas. Los partidos políticos que tenían que aprobar el texto pretendían reproducir en él sus propios esquemas de funcionamiento, pero los interesados estaban en desacuerdo y me enviaron para aclarar a los diputados que los candidatos debían ser estrictamente individuales.
Estas anécdotas subrayan la importancia de las listas abiertas. Si cada elector pudiera elegir al candidato que le pareciera conveniente, las cosas cambiarían. Los políticos serían menos arrogantes y atenderían más a las necesidades reales. Y sobre todo nos podríamos dar el lujo de contrariar a los grandes partidos dejando de una forma muy democrática fuera del Parlamento a algunos de sus políticos principales. En todo caso, os pido que percibáis el paralelismo entre la democracia formal de la asociación de productores, que era en realidad una oligarquía camuflada donde siempre mandaban los mismos, y la democracia formal de nuestro sistema político, que también resulta ser una oligarquía camuflada donde siempre mandan los mismos.
Pero ellos no nos permiten los cambios porque esto produciría un cabo suelto en nuestras ataduras. Estamos no sólo gobernados, sino controlados por partidos políticos al servicio de inmensos grupos económicos, y esa correlación del poder (de los grupos económicos sobre los partidos y de los partidos sobre el pueblo) debe funcionar como una maquinaria bien engrasada. Si pudiéramos elegir a los candidatos, comenzarían a aparecer en esa maquinaria pequeños fallos que podrían multiplicarse de forma indeseable para quienes necesitan que todo esté bien atado. A mi parecer no son precisamente los partidos los que se resisten a las listas abiertas, sino los grupos económicos que los controlan.
En el próximo número que saldrá el 1 de Octubre 2011 publicaremos el capítulo 2 de "Todo es mentira": Sobre la sociedad.
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