ARTICULO |
1 NOVIEMBRE 2011 – Número 6 |
Trabajo: mito y estigma
por Tete Lorens para La Independiente Digital
El trabajo, a día de hoy, es muchísimo más que una palabra, se podría considerar casi como una entidad divina, incuestionable como concepto, y ligada íntimamente a valores como la honradez, la validez personal, la perseverancia, la lealtad, la integridad y un sinfín de adjetivos positivos.
Es común oir quejas y demandas de mejoras en los trabajos, condiciones, reclamaciones de injusticias en los puestos, y todo tipo de expresiones que denuncian situaciones en él, pero prácticamente nunca, se habla del trabajo en sí, de la raíz, de su verdadera esencia. No se reflexiona sobre su existencia y el papel que ejerce en nuestras vidas y como afecta a nuestra experiencia vital.
Además, existe la creencia popular de que el trabajo es algo intrínseco al ser humano, entendiendo trabajo como aquello que todos realizamos cada dia o casi cada dia a cambio de una recompensa económica para poder subsanar las necesidades básicas, y en el fondo de nuestros cerebritos tenemos instaurado ese estigma que nos hace sentirnos, y sentir hacia los demás, poco menos que escoria, si no se cree en el dios “trabajo”.
Es común oir quejas y demandas de mejoras en los trabajos, condiciones, reclamaciones de injusticias en los puestos, y todo tipo de expresiones que denuncian situaciones en él, pero prácticamente nunca, se habla del trabajo en sí, de la raíz, de su verdadera esencia. No se reflexiona sobre su existencia y el papel que ejerce en nuestras vidas y como afecta a nuestra experiencia vital.
Además, existe la creencia popular de que el trabajo es algo intrínseco al ser humano, entendiendo trabajo como aquello que todos realizamos cada dia o casi cada dia a cambio de una recompensa económica para poder subsanar las necesidades básicas, y en el fondo de nuestros cerebritos tenemos instaurado ese estigma que nos hace sentirnos, y sentir hacia los demás, poco menos que escoria, si no se cree en el dios “trabajo”.
Si observamos históricamente el acto de trabajar, así como sus connotaciones etimológicas, veremos, que el trabajo que conocemos no es inherente a la especie humana, sino un producto fruto de la historia, la categorización de las palabras y su extensión al funcionamiento social.
Para empezar, debemos destacar que en las llamadas “sociedades primitivas”, no existia un término que definiese y englobase el acto de trabajar en cuánto a una actividad concreta ni un conjunto de ellas. Cada actividad obra o acción tenía su propia definición, sin categorizarla en una faceta insertada en el funcionamiento social. Así mismo, es interesante observar, que en dichas sociedades, las actividades destinadas al abastecimiento y subsistencia ocupaban un tiempo notablemente inferior a nuestra jornadas laborales actuales. |
Entonces se consideraban actividades libres aquellas que se realizaran por el placer mismo de llevarlas a cabo y no por finalidades o resultados ajenos a ellas mismas, como la dedicación a la filosofía, las artes, el deporte o las artes marciales. Y se consideraba indigno del hombre libre desarrolar sus capacidades en pro de obtener una ganancia, por muy admirable que fuera su habilidad y destreza. En palabras de Cicerón: "cuanto tenga que ver con un salario es sórdido e indigno de un hombre libre, porque el salario en esas circunstancias es el precio de un trabajo y no de un arte."
De la misma forma, la evolución de las palabras y el lenguaje, ha hecho que la interpretación de los conceptos por parte de la sociedad se confundan y mezclen, otorgándoles valores que en realidad no poseen, generalizando en la masa la aceptación de relaciones de trabajo dependientes que antiguamente eran consideradas indignas del hombre libre. En griego moderno, por ejemplo, la palabra dulia significa trabajo en general, y en griego antiguo, la palabra duleia significa esclavismo. Aunque sin duda, lo más relevante e incluso cínico es el orígen de las palabras trabajar y trabajo, que proceden de tripaliare y tripalium, sustantivo que denomina en latín un potro de tortura dotado de tres palos. De la misma forma, observando la história, se pueden encontrar paralelismos funcionales, como por ejemplo un dato a mi parecer revelador, como es el hecho de que en la antiguedad, los esclavos libraran los días festivos, al igual que las bestias de carga, de tiro y de labor. Como también es significativo observar que antiguamente existian esclavos “voluntarios”, que se entregaban al servicio de otras personas, generalmente superiores en rango social, para obtener recompensas materiales o para aumentar su situación en la pirámide jerárquica, ayudando quizá así a romper ese concepto de que el esclavo estaba siempre obligado, a diferencia de nosotros que trabajamos “libremente”.
De la misma forma, la evolución de las palabras y el lenguaje, ha hecho que la interpretación de los conceptos por parte de la sociedad se confundan y mezclen, otorgándoles valores que en realidad no poseen, generalizando en la masa la aceptación de relaciones de trabajo dependientes que antiguamente eran consideradas indignas del hombre libre. En griego moderno, por ejemplo, la palabra dulia significa trabajo en general, y en griego antiguo, la palabra duleia significa esclavismo. Aunque sin duda, lo más relevante e incluso cínico es el orígen de las palabras trabajar y trabajo, que proceden de tripaliare y tripalium, sustantivo que denomina en latín un potro de tortura dotado de tres palos. De la misma forma, observando la história, se pueden encontrar paralelismos funcionales, como por ejemplo un dato a mi parecer revelador, como es el hecho de que en la antiguedad, los esclavos libraran los días festivos, al igual que las bestias de carga, de tiro y de labor. Como también es significativo observar que antiguamente existian esclavos “voluntarios”, que se entregaban al servicio de otras personas, generalmente superiores en rango social, para obtener recompensas materiales o para aumentar su situación en la pirámide jerárquica, ayudando quizá así a romper ese concepto de que el esclavo estaba siempre obligado, a diferencia de nosotros que trabajamos “libremente”.
Es muy relevante e importante, destacar que antiguamente no existía la dicotomía entre ocio-trabajo, ya que al no categorizar el trabajo en aquello que otorgaba ganancias, y ocio a aquello que se hace cuando no se “trabaja”, la actividad no estaba dividia en más o menos respetable, según lo que se obtenía de ella, sino en el acto mismo de realizarla, como fin propio, siendo inexistente pues, la calificación del ocio no remunerado como algo parasitario y el trabajo remunerado como el altar de las bondades y más elevadas cualidades humanas.
En la actualidad, es considerado trabajo, aquella actividad que aporte beneficios al sistema, y por ende a nosotros, ya que es totalmente imposible trabajar y obtener recompensa si el Estado no lo regula, y por lo tanto obtiene su parte, además, el beneficio que el trabajador obtiene es económico, por muchas alabanzas que algunos hagan a sus puestos, ya que el resultado de éstas alabanzas estarían igualmente a su alcanze sin necesidad de pedirle al Estado que nos ofreciera la oportunidad de poder realizarlas y requerir de su permiso. Por lo tanto, si algo positivo se extrae de las actividades del trabajo, éstas no son inherentes al trabajo como estamento, sinó a las acciones en sí, realizables de todos modos al margen de la dependencia.
Todo aquello que no alimente a la maquinaria dominante y que no genere beneficios económicos o materiales, es menospreciado e infravalorado, por mucho que su realización cubra importantes aspectos en la vida humana, ya que la categorización y metamorfosis de las palabras y significados ha hecho de lo importante lo que genera beneficio, y la supervivencia y necesidad nos ha construido un estigma en forma de valores y criterios intocables que nos hacen creer ciegamente en la divinidad del trabajo como bien supremo y por lo tanto, si sentimos la necesidad de realizar un acto que no aporta beneficios, una de dos, o lo abandonamos, primero ante la imposibilidad de su ejercitación por la necesidad de recompensa, o por la falta de tiempo, relegándolo como mucho a una actvidad menor sin poder dedicarle el tiempo necesario, o, como en muchos casos ocurre, se intenta trasladar dicha actividad dentro del engranaje del trabajo, anulando así su esencia libre de motivación pecuniaria y aniquilando su verdadera finalidad inherente en su propia acción, convirtiéndola en una pieza más del sistema, ya vaciada de sus valores humanos y no dependientes, eso si, disfrazada de humanidad para darle al trabajo aún más razones para venerarlo.

Es importante entender que fueron las sociedades con Estado, que aparecieron despues del largo paréntesis del neolítico las que afianzaron y extendiendo la forma de proceder basada en segregar actividades y personas serviles, para empezar a ver que eso que creemos tan sagrado e inherente a nuestra especie, no es más que un moldeamiento de los conceptos, palabras, acciones y expresiones sociales para imponer un sistema de funcionamiento, que a día de hoy se mantiene.
Y según el estudio de Jose Manuel Naredo, “Configuración y crisis del mito del trabajo”, este proceso se llevo a cabo de la siguiente forma; “En primer lugar, se tuvo que extender entre la población un afán continuo e indefinido de acumular riquezas, a la vez se levantaba el veto moral que antes pesaba sobre el mismo. En segundo lugar, hubo de observarse un desplazamiento en la propia noción de riqueza, que posibilitara tal acumulación. En tercer lugar hizo falta que el hombre se creyera capaz de producir riquezas. Y, por último, que se postulara que el trabajo era el instrumento básico de esa producción de riquezas.”
Y según el estudio de Jose Manuel Naredo, “Configuración y crisis del mito del trabajo”, este proceso se llevo a cabo de la siguiente forma; “En primer lugar, se tuvo que extender entre la población un afán continuo e indefinido de acumular riquezas, a la vez se levantaba el veto moral que antes pesaba sobre el mismo. En segundo lugar, hubo de observarse un desplazamiento en la propia noción de riqueza, que posibilitara tal acumulación. En tercer lugar hizo falta que el hombre se creyera capaz de producir riquezas. Y, por último, que se postulara que el trabajo era el instrumento básico de esa producción de riquezas.”
La omnipresencia y existencia intocable del trabajo, no aparece cuando se ejercita sinó que se gesta desde muy temprana edad, ya en el ámbito de la educación, dónde se van fomentando en el individuo los cimientos que le harán ser un devoto miembro más de esta religión. El proceso de meditar, sopesar y decidir que se quiere ser en un futuro, existente ya en los hogares antes de llegar al momento de tener que posicionarse, a nivel académico y posteriormente laboral, es presentado como un proceso de identificación del individuo, pero es precisamente lo contrario, un proceso de aniquilación de identidad personal para adaptarse al engranaje del cual formaremos parte. ¿Porque decidir que somos cuando ya somos? La auténtica razón de todo esto, es que lo que realmente somos o podemos llegar a ser no le sirve al sistema, además de estorbarle, por lo tanto éste necesita que sintamos que no somos, que nos sintamos en la encrucijada de decidir que queremos ser, generando la confusión y desorientación de preguntarnos que queremos ser cuando hasta ese momento simplemente éramos, y debamos decidir lo que ser, dentro de un abanico de posibilidades que encajan en esa maquinaria, sumergiéndonos en un tunel donde decidir que se quiere ser nos obliga a abandonar lo que somos y escoger el personaje que más nos guste para vivirlo en la película del resto de nuestros dias.
Ante esto, sería necesario dejar de ver el concepto actual de trabajo como algo sagrado, y más aún, como algo inherente al hombre y sumamente positivo, y dejar de ser devotos a ese Dios inexistente, para intentar valorar el trabajo que si es inherente en el hombre; lo humano, sin importar el esfuerzo y la recompensa obtenida, sin mediciones, sin resultadismos, trabajar por el amor a trabajar sin que ningún ente externo nos tenga que recompensar por ello. Como decia Aristóteles “ Toda acción obligada es desagradable”, y si algo define el trabajo tal y como lo entendemos, es que es obligado, por mucho que queramos disfrazar este hecho con nuestra libertad de trabajar o no, o en caso de trabajar, de ir al empleo o no, estamos obligados desde el mismo momento que dependemos de esa actividad, al igual que aquellos esclavos voluntarios, para poder vivir. Y, si como es en el mayor de los casos, estamos obligados a ello por razones de supervivencia, seamos conscientes y honestos de la naturaleza del acto, entendiendo que estamos obligados a ello, y que no tenemos porque engañarnos obligándonos a amar el trabajo para hacer más llevadera nuestra situación, y entreguemos nuestra devoción a todo aquello que no se valore por lo que obtienes a cambio, y que realmente contribuya a hacer de nosotros y de nuestro entorno un mundo humano que cada vez lo es menos.
Ante esto, sería necesario dejar de ver el concepto actual de trabajo como algo sagrado, y más aún, como algo inherente al hombre y sumamente positivo, y dejar de ser devotos a ese Dios inexistente, para intentar valorar el trabajo que si es inherente en el hombre; lo humano, sin importar el esfuerzo y la recompensa obtenida, sin mediciones, sin resultadismos, trabajar por el amor a trabajar sin que ningún ente externo nos tenga que recompensar por ello. Como decia Aristóteles “ Toda acción obligada es desagradable”, y si algo define el trabajo tal y como lo entendemos, es que es obligado, por mucho que queramos disfrazar este hecho con nuestra libertad de trabajar o no, o en caso de trabajar, de ir al empleo o no, estamos obligados desde el mismo momento que dependemos de esa actividad, al igual que aquellos esclavos voluntarios, para poder vivir. Y, si como es en el mayor de los casos, estamos obligados a ello por razones de supervivencia, seamos conscientes y honestos de la naturaleza del acto, entendiendo que estamos obligados a ello, y que no tenemos porque engañarnos obligándonos a amar el trabajo para hacer más llevadera nuestra situación, y entreguemos nuestra devoción a todo aquello que no se valore por lo que obtienes a cambio, y que realmente contribuya a hacer de nosotros y de nuestro entorno un mundo humano que cada vez lo es menos.
|
.
Comparte: