ENTREVISTA |
1 JUNIO 2011 – Número 1 |
Viviane Forrester
Nacida en Paris en 1925, esta escritora, ensayista, novelista y crítica literaria se hizo famosa internacionalmente a raiz de la publicación de sus libros sobre temas políticos. Sus obras más conocidas son "El Horror Económico" y "Una Extraña Dictadura".
Hemos querido compartir esta entrevista realizada por Margarita Rivière y publicada en El Pais el 28/01/2001 ya que en estos dias de turbulentas acciones ultraliberales y despertares populares, su visión, clara, concisa y objetiva, que presenta la verdad sin ningún tipo de concesiones, es ahora tan o más necesaria como cuando publicó sus esclarecedoras obras.

"Hoy Shakespeare escribiría de economía"
MARGARITA RIVIÈRE. EL PAIS 28/01/2001
La escritora francesa, autora de El horror económico, del que ha vendido más de un millón de ejemplares en todo el mundo, vuelve a la carga cuatro años después con Una extraña dictadura, en el que arremete contra la mala gestión de la globalización y la califica de dictadura anónima.
"Día tras día somos testigos del fiasco del ultraliberalismo. Día tras día este sistema ideológico basado en el dogma (o en el fantasma) de la autorregulación de la economía llamada de mercado muestra su incapacidad para gestionarse a sí mismo, controlar lo que promueve o dominar lo que desencadena. Hasta el punto de que sus iniciativas, tan crueles para el conjunto de las poblaciones, terminan por revolverse contra él por efecto bumeráng". Así empieza Una extraña dictadura (Anagrama), el último ensayo / provocación de Viviane Forrester, la escritora francesa que a sus más de 70 años es un mito para muchos jóvenes inconformistas.
MARGARITA RIVIÈRE. EL PAIS 28/01/2001
La escritora francesa, autora de El horror económico, del que ha vendido más de un millón de ejemplares en todo el mundo, vuelve a la carga cuatro años después con Una extraña dictadura, en el que arremete contra la mala gestión de la globalización y la califica de dictadura anónima.
"Día tras día somos testigos del fiasco del ultraliberalismo. Día tras día este sistema ideológico basado en el dogma (o en el fantasma) de la autorregulación de la economía llamada de mercado muestra su incapacidad para gestionarse a sí mismo, controlar lo que promueve o dominar lo que desencadena. Hasta el punto de que sus iniciativas, tan crueles para el conjunto de las poblaciones, terminan por revolverse contra él por efecto bumeráng". Así empieza Una extraña dictadura (Anagrama), el último ensayo / provocación de Viviane Forrester, la escritora francesa que a sus más de 70 años es un mito para muchos jóvenes inconformistas.
Pregunta: En cierta ocasión se defendió de los que dicen que un novelista no entiende de economía asegurando que Shakespeare hoy también hubiera escrito sobre ella.
Respuesta. ¡Es que Shakespeare habla de economía en muchas de sus obras! Habla del poder y hoy hablaría mucho más de ese enorme poder económico. Balzac también se dio cuenta de la importancia y el enigma de la economía que marca todos los destinos humanos. Cada uno de nosotros llevamos el sistema económico pegado al cuerpo.
P. Ser hija de banqueros, tener dinero y después no tenerlo, ¿facilita el espíritu de rebeldía?
R. Lo que más me afecta es ver víctimas, como son hoy los inmigrantes. Porque yo también lo fui: te quitan completamente tu identidad y eres alguien superfluo, sujeto a la indiferencia generalizada. Esto sucede hoy también en esta Francia eufórica. Se dice que hay pocos parados y ¡hay millones de personas que viven de forma precaria! Por esto escribo sobre economía y con indignación: se nos coloca ante falsos problemas y no ante los interrogantes que importan.
P. Por ejemplo.
R. ¿Por qué tan poca gente dice lo que piensa? Escribí otro libro de política e historia hace 20 años, La violencia de la calma, y me preocupé mucho porque nadie decía lo que yo me atreví a escribir. Debo delirar, pensaba, y acabarán por no hablarme. Creí que estaba aislada hasta que sucedió lo de El horror económico: muchísima gente se daba cuenta de la impostura, de las mentiras y de la urgencia de ponerse a hablar de todo eso.
P. No agotó el tema en ese libro. En este segundo precisa más.
R. Cuando se habla de globalización se pretende que la gente esté a favor o en contra. Es un error confundir globalización con ultraliberalismo. La globalización, respecto a las nuevas tecnologías y la posibilidad de la simultaneidad, puede ser algo estupendo para todos y, además, es irreversible. El problema está en cómo gestionar eso. Y entonces se da como irreversible que la única manera de gestionarlo es la ultraliberal.
P. Es decir, que está a favor de la globalización...
R. Por supuesto, es un hecho histórico que seguro que se puede gestionar de muchas formas. Y hay confusión porque se cree que lo económico destruye la política y no es cierto. Sucede justamente lo contrario: cierto tipo de política ultraliberal es la que destruye la economía, la economía real. La gestión de la globalización actualmente es totalmente ideológica y se pretende lo contrario. Por lo tanto, si estamos ante una gestión ideológica nada más normal que ponerla en cuestión y discutirla.
Respuesta. ¡Es que Shakespeare habla de economía en muchas de sus obras! Habla del poder y hoy hablaría mucho más de ese enorme poder económico. Balzac también se dio cuenta de la importancia y el enigma de la economía que marca todos los destinos humanos. Cada uno de nosotros llevamos el sistema económico pegado al cuerpo.
P. Ser hija de banqueros, tener dinero y después no tenerlo, ¿facilita el espíritu de rebeldía?
R. Lo que más me afecta es ver víctimas, como son hoy los inmigrantes. Porque yo también lo fui: te quitan completamente tu identidad y eres alguien superfluo, sujeto a la indiferencia generalizada. Esto sucede hoy también en esta Francia eufórica. Se dice que hay pocos parados y ¡hay millones de personas que viven de forma precaria! Por esto escribo sobre economía y con indignación: se nos coloca ante falsos problemas y no ante los interrogantes que importan.
P. Por ejemplo.
R. ¿Por qué tan poca gente dice lo que piensa? Escribí otro libro de política e historia hace 20 años, La violencia de la calma, y me preocupé mucho porque nadie decía lo que yo me atreví a escribir. Debo delirar, pensaba, y acabarán por no hablarme. Creí que estaba aislada hasta que sucedió lo de El horror económico: muchísima gente se daba cuenta de la impostura, de las mentiras y de la urgencia de ponerse a hablar de todo eso.
P. No agotó el tema en ese libro. En este segundo precisa más.
R. Cuando se habla de globalización se pretende que la gente esté a favor o en contra. Es un error confundir globalización con ultraliberalismo. La globalización, respecto a las nuevas tecnologías y la posibilidad de la simultaneidad, puede ser algo estupendo para todos y, además, es irreversible. El problema está en cómo gestionar eso. Y entonces se da como irreversible que la única manera de gestionarlo es la ultraliberal.
P. Es decir, que está a favor de la globalización...
R. Por supuesto, es un hecho histórico que seguro que se puede gestionar de muchas formas. Y hay confusión porque se cree que lo económico destruye la política y no es cierto. Sucede justamente lo contrario: cierto tipo de política ultraliberal es la que destruye la economía, la economía real. La gestión de la globalización actualmente es totalmente ideológica y se pretende lo contrario. Por lo tanto, si estamos ante una gestión ideológica nada más normal que ponerla en cuestión y discutirla.
"En este tiempo ha crecido una conciencia, se han creado asociaciones de ciudadanos, se han alzado voces numerosas"
"Yo no creo en el paraíso, pero sé que nunca hay nada perdido. Eso sería como decir que hay que adaptarse al infierno."
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P. Está diciendo algo muy clásico: que la economía está politizada y que la forma de esa politización es una dictadura.
R. Sí, claro. Una dictadura, de tipo estalinista, muy bien camuflada para que no parezca que es una ideología. Cuando se habla hoy del capitalismo se tiende a decir que está más allá de la ideología y no es así. P. En su libro dice que es una dictadura sin dictador. R. Es que es una dictadura anónima mucho más difícil de combatir. ¿Cómo combatir un sistema dictatorial que se basa en la afirmación de que económicamente no se puede hacer otra cosa? El simple hecho de que se piense que no hay alternativas ya es un resultado de la dictadura. Claro que hay alternativas. Pero antes hay que tener claro cuál es el problema. P. ¿Alguien se ha sentido aludido con sus libros? R. He tenido un montón de críticas y de adhesiones. Las críticas más duras no criticaban mis argumentos, sino que yo estaba en contra de la globalización, lo cual no es cierto. Me gustaría tener críticas más serias ¡hasta las podría hacer yo misma! Mis propias críticas están en el libro siguiente, que siempre va más lejos... En Una extraña dictadura soy un poco más malvada. Podemos reír mucho con lo que dicen estos señores del Fondo Monetario Internacional. |
Entre mis dos libros también han pasado muchas cosas: en 1996 no había una opinión pública mundial sensibilizada sobre la mala gestión de la globalización y hoy es una evidencia que muchísima gente, reflexiona, toma nota, saca conclusiones, se expresa en Seattle y en otros sitios. El que mis libros tengan éxito es un hecho político claro y también lo es que determinados líderes políticos y empresariales me consideran ¡muy peligrosa!, ja, ja.
P. ¿Los libros sirven para cambiar las cosas?
R. En este tiempo ha crecido una conciencia, se han creado asociaciones de ciudadanos, se han alzado voces numerosas. Éste ha sido uno de mis principales objetivos: que los parados no se culpabilizaran sólo a ellos mismos de su exclusión. Pero hay que estar atentos porque nos hemos dormido y, así, se ha podido instalar esta política de hechos consumados.
P. Usted no ha estudiado nada de economía.
R. Nada absolutamente. Leo todo lo que cae en mis manos.
P. Y aun así la escuchan en Davos.
R. Me han invitado, sí, fue una experiencia interesante del poder actual.
P. Como hija de banquero, también conoció el poder de cerca.
R. Conocí los pasillos, la trastienda. Mi padre nunca me explicó nada, pero yo estaba internamente en profundo desacuerdo con todo aquello. Y lo vi en la guerra: vi las consecuencias del poder y del maniqueísmo que genera. Por esto me preocupan también las consecuencias de lo que escribo y de lo que digo, por eso, quizás, he tardado tantos años en decidirme a explicar lo que pienso y tratar de matizarlo al máximo.
P. Precíseme una palabra: ¿qué es el progreso?
R. No creo en la noción de progreso. ¿Es que Heráclito pensaba peor que Bergson? ¿O que Montaigne es inferior a un escritor actual? La idea de equilibrio que lleva a huir de las pendientes; las bajadas van siempre muy rápidas. Esto es lo que nos pasa ahora: vamos hacia abajo rápidamente, la especulación nos pone en peligro. Y decir esto es ser optimista: creer que se pueden cambiar las cosas. Sólo los conformistas, los que creen que todo está bien así, los que dicen que no se puede hacer otra cosa, los que creen que hay que adaptarse porque todo es estupendo, son pesimistas. Es el discurso de la dictadura, un discurso que incluso impide constatar dónde estamos para que surjan contrapoderes no delegados. Yo no creo en el paraíso, pero sé que nunca hay nada perdido. Eso sería como decir que hay que adaptarse al infierno.
P. ¿Los libros sirven para cambiar las cosas?
R. En este tiempo ha crecido una conciencia, se han creado asociaciones de ciudadanos, se han alzado voces numerosas. Éste ha sido uno de mis principales objetivos: que los parados no se culpabilizaran sólo a ellos mismos de su exclusión. Pero hay que estar atentos porque nos hemos dormido y, así, se ha podido instalar esta política de hechos consumados.
P. Usted no ha estudiado nada de economía.
R. Nada absolutamente. Leo todo lo que cae en mis manos.
P. Y aun así la escuchan en Davos.
R. Me han invitado, sí, fue una experiencia interesante del poder actual.
P. Como hija de banquero, también conoció el poder de cerca.
R. Conocí los pasillos, la trastienda. Mi padre nunca me explicó nada, pero yo estaba internamente en profundo desacuerdo con todo aquello. Y lo vi en la guerra: vi las consecuencias del poder y del maniqueísmo que genera. Por esto me preocupan también las consecuencias de lo que escribo y de lo que digo, por eso, quizás, he tardado tantos años en decidirme a explicar lo que pienso y tratar de matizarlo al máximo.
P. Precíseme una palabra: ¿qué es el progreso?
R. No creo en la noción de progreso. ¿Es que Heráclito pensaba peor que Bergson? ¿O que Montaigne es inferior a un escritor actual? La idea de equilibrio que lleva a huir de las pendientes; las bajadas van siempre muy rápidas. Esto es lo que nos pasa ahora: vamos hacia abajo rápidamente, la especulación nos pone en peligro. Y decir esto es ser optimista: creer que se pueden cambiar las cosas. Sólo los conformistas, los que creen que todo está bien así, los que dicen que no se puede hacer otra cosa, los que creen que hay que adaptarse porque todo es estupendo, son pesimistas. Es el discurso de la dictadura, un discurso que incluso impide constatar dónde estamos para que surjan contrapoderes no delegados. Yo no creo en el paraíso, pero sé que nunca hay nada perdido. Eso sería como decir que hay que adaptarse al infierno.
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