por Pilar Baselga para La Independiente Digital
¿Por qué decimos amor cuando pensamos sexo?
¿Qué es el amor? Amo la naturaleza, amo a mi pareja, amo a mis padres, amo el estudio, amo a mi perro…
Amor: una sola palabra para tantos sentimientos distintos. No puede ser. Esto es muy extraño. Me puse a investigar y fui a consultar a los griegos.
Amor: una sola palabra para tantos sentimientos distintos. No puede ser. Esto es muy extraño. Me puse a investigar y fui a consultar a los griegos.

Los griegos no tenían una palabra sino tres: agapé, filia y eros. Y no se les hubiera ocurrido unir esas tres cosas en un sólo término, pues son tres realidades bien distintas.
Las palabras son inventadas por los seres humanos para nombrar realidades: si los escandinavos tienen 5 u 8 palabras para nombrar la nieve no es porque son muy ocurrentes sino porque, para ellos, esos diferentes estados de la nieve son realidades bien distintas que necesitan ser nombradas con precisión: cada estado de la nieve tiene implicaciones y características conocidas y experimentadas y es necesario distinguirlas para poder comunicar.
Nosotros, lo de la nieve va a ser que no, pero si alguien nos dice ¿quieres jamón? nosotros podemos pensar ¿de qué jamón me estará hablando? Será serrano o pata negra? ¿de bellota o de recebo? ¿de Teruel o de Guijuelo? Es que no tiene nada que ver uno con otro. Y si nos preguntan ¿quieres un vino? Casi es peor: será Ribera o Rioja? Jumilla o Cariñena? Albariño o Penedés? Estará fresquito o del tiempo? Y si hilamos más fino: ¿Será tempranillo o garnacha? ¿Merlot o Cabernet Sauvignon? ¿crianza o reserva? Esto no tiene fin, y pasa en España, pero hay muchos lugares donde sólo tienen blanco o tinto, o nada, sólo refresco de cola o cerveza.
Lo que resulta evidente para unos, no existe para otros, comprobándose la teoría de que uno sólo ve lo que conoce. Esto es muy interesante. Sólo existe para nosotros lo que somos capaces de ver y, además, negamos con seguridad y contundencia la existencia de realidades que son evidentes para otros. Esto se da mucho en cuestiones académicas o de política y religión y ha provocado muchas guerras.
Las palabras son inventadas por los seres humanos para nombrar realidades: si los escandinavos tienen 5 u 8 palabras para nombrar la nieve no es porque son muy ocurrentes sino porque, para ellos, esos diferentes estados de la nieve son realidades bien distintas que necesitan ser nombradas con precisión: cada estado de la nieve tiene implicaciones y características conocidas y experimentadas y es necesario distinguirlas para poder comunicar.
Nosotros, lo de la nieve va a ser que no, pero si alguien nos dice ¿quieres jamón? nosotros podemos pensar ¿de qué jamón me estará hablando? Será serrano o pata negra? ¿de bellota o de recebo? ¿de Teruel o de Guijuelo? Es que no tiene nada que ver uno con otro. Y si nos preguntan ¿quieres un vino? Casi es peor: será Ribera o Rioja? Jumilla o Cariñena? Albariño o Penedés? Estará fresquito o del tiempo? Y si hilamos más fino: ¿Será tempranillo o garnacha? ¿Merlot o Cabernet Sauvignon? ¿crianza o reserva? Esto no tiene fin, y pasa en España, pero hay muchos lugares donde sólo tienen blanco o tinto, o nada, sólo refresco de cola o cerveza.
Lo que resulta evidente para unos, no existe para otros, comprobándose la teoría de que uno sólo ve lo que conoce. Esto es muy interesante. Sólo existe para nosotros lo que somos capaces de ver y, además, negamos con seguridad y contundencia la existencia de realidades que son evidentes para otros. Esto se da mucho en cuestiones académicas o de política y religión y ha provocado muchas guerras.

No me he ido por las ramas, era un ejemplo necesario para mi investigación sobre la palabra amor.
Para los griegos agapé era el sentimiento que nos une con el universo, amor divino, amor a Dios o a la Naturaleza o la madre Tierra, según las creencias de cada uno. Agapé es un profundo sentimiento de unión con el Todo, que implica paz, serenidad, aceptación, comprensión en el sentido de abrazar el Todo.
Filia era el sentimiento de atracción e interés que nos une a las cosas y a los seres: Filosofía: amor a la sabiduría (Sofía). Filantropía: amor a los seres humanos (antropos). La amistad y el cariño hacia nuestros seres queridos son filia, implica empatía y cuidados.
Para los griegos agapé era el sentimiento que nos une con el universo, amor divino, amor a Dios o a la Naturaleza o la madre Tierra, según las creencias de cada uno. Agapé es un profundo sentimiento de unión con el Todo, que implica paz, serenidad, aceptación, comprensión en el sentido de abrazar el Todo.
Filia era el sentimiento de atracción e interés que nos une a las cosas y a los seres: Filosofía: amor a la sabiduría (Sofía). Filantropía: amor a los seres humanos (antropos). La amistad y el cariño hacia nuestros seres queridos son filia, implica empatía y cuidados.

Finalmente eros era la atracción sexual; lo erótico es, pues, lo sexual que es, principalmente, genital y físico.
Así agapé, filia y eros corresponden a los tres niveles de percepción: el mental y espiritual, el emocional o del alma y el físico.
Cuando descubrí estas definiciones se me abrió un mundo. De nuevo pensé ¿cómo puede ser que nunca nadie me haya explicado esto? Es fundamental para entender nuestros sentimientos y nadie habla de esto en ningún sitio. ¿Por qué?
Sin esta explicación, nuestros sentimientos amorosos se entremezclan en una maraña incomprensible. Como carecemos de las palabras para nombrarlos, no podemos ver con claridad los matices de nuestros sentimientos y sus implicaciones. Hablamos de amor y pensamos sexo porque nos faltan palabras. No tenemos las palabras para nombrar, luego, entender nuestros sentimientos, y esto es muy grave.
Así agapé, filia y eros corresponden a los tres niveles de percepción: el mental y espiritual, el emocional o del alma y el físico.
Cuando descubrí estas definiciones se me abrió un mundo. De nuevo pensé ¿cómo puede ser que nunca nadie me haya explicado esto? Es fundamental para entender nuestros sentimientos y nadie habla de esto en ningún sitio. ¿Por qué?
Sin esta explicación, nuestros sentimientos amorosos se entremezclan en una maraña incomprensible. Como carecemos de las palabras para nombrarlos, no podemos ver con claridad los matices de nuestros sentimientos y sus implicaciones. Hablamos de amor y pensamos sexo porque nos faltan palabras. No tenemos las palabras para nombrar, luego, entender nuestros sentimientos, y esto es muy grave.

Vivimos en una completa confusión sentimental pues no vemos con claridad de lo que estamos hablando cuando decimos amor.
Esta confusión se produjo con el paso del griego al latín, es decir cuando los romanos tradujeron las tres palabras griegas a su lengua.
Y aquí llegamos a un momento trascendente donde los haya: ¿por qué los romanos tradujeron a una única palabra latina tres conceptos bien diferentes para los griegos?
Esta confusión se produjo con el paso del griego al latín, es decir cuando los romanos tradujeron las tres palabras griegas a su lengua.
Y aquí llegamos a un momento trascendente donde los haya: ¿por qué los romanos tradujeron a una única palabra latina tres conceptos bien diferentes para los griegos?
Por lo del jamón y la garnacha: porque, probablemente, para los romanos no existían esas tres realidades.
Llegar a esta conclusión me dejó de plástico: los romanos no veían la diferencia entre el amor a lo divino, estudiar filosofía y follarse a una tía. No estoy exagerando. Es incluso mucho peor: para los romanos no había diferencia porque parece ser que la única manera de relacionarse con el mundo era el sexo. No es ningún secreto su pasión por el sexo y las orgías. Los demás sentimientos no existían, luego no necesitaban ser nombrados. Para los romanos el amor es lo erótico, lo demás no existe: ni amor a dios, ni amigos, ni ostias: el amor es sexo. Punto pelota.
Llegar a esta conclusión me dejó de plástico: los romanos no veían la diferencia entre el amor a lo divino, estudiar filosofía y follarse a una tía. No estoy exagerando. Es incluso mucho peor: para los romanos no había diferencia porque parece ser que la única manera de relacionarse con el mundo era el sexo. No es ningún secreto su pasión por el sexo y las orgías. Los demás sentimientos no existían, luego no necesitaban ser nombrados. Para los romanos el amor es lo erótico, lo demás no existe: ni amor a dios, ni amigos, ni ostias: el amor es sexo. Punto pelota.

Aquí convendría dejar un tiempo de reflexión: la lengua latina, sobre la que está construido nuestro idioma, ha ignorado, porque no existía para los romanos, lo más grande del ser humano: su capacidad de unión con el mundo, de compasión y de empatía con los demás seres vivos del planeta, la capacidad de desaparecer en el otro, de fundirse con el Universo, de formar Uno con el Todo.
Todos los que lo han experimentado, sabrán de lo que estoy hablando. Este amor-agapé, amor-unión, es el centro de la filosofía del budismo y del cristianismo primitivo.
Cuando decimos “te amo” a alguien, no sabemos si lo que queremos es tener sexo (eros), compartir y cuidar (filia) o fundirnos con él en el universo (agapé). A veces, es posible hacer las tres cosas, pero si pudiéramos nombrar estas realidades, ganaríamos en claridad y conciencia. Y nos iría mucho mejor.
Y todo esto me lleva a preguntar: ¿de dónde salieron los romanos que no entendían lo que sentían los griegos?
Todos los que lo han experimentado, sabrán de lo que estoy hablando. Este amor-agapé, amor-unión, es el centro de la filosofía del budismo y del cristianismo primitivo.
Cuando decimos “te amo” a alguien, no sabemos si lo que queremos es tener sexo (eros), compartir y cuidar (filia) o fundirnos con él en el universo (agapé). A veces, es posible hacer las tres cosas, pero si pudiéramos nombrar estas realidades, ganaríamos en claridad y conciencia. Y nos iría mucho mejor.
Y todo esto me lleva a preguntar: ¿de dónde salieron los romanos que no entendían lo que sentían los griegos?